domingo, 29 de abril de 2012


AMNISTIA PARA LOS RICOS Y LEÑA PARA LOS DEMÁS

UNA DECLARACION DE PRINCIPIOS DEL PP

Cada reunión del Consejo de Ministros el Gobierno del PP nos ofrece una declaración más de principios ultraconservadores. La del 26 de abril es muy significativa.

El Ministro Guindos toma la batuta y dirige la orquesta anunciando un Plan de lucha contra el fraude a la Seguridad Social, que focaliza en el cobro indebido de prestaciones, y la subida del IVA y la bajada de cotizaciones sociales a los empresarios para 2013.

En el fondo están los argumentos clásicos de la ultraderecha económica de que la riqueza la crean solo los empresarios, como si esto fuese posible sin trabajadores, y que el que no trabaja es por vagancia, que recuerda al atinado juicio del, desaparecido y admirado, profesor Galbraith, cuando señalaba que los ricos siempre han considerado vago al pobre que no trabaja y honrado ejercicio del ocio sus viajes de placer y sus partidos de golf.

Es saludable que el Plan contra el fraude a la Seguridad Social incluya un endurecimiento legal de la persecución del fraude en el pago de cotizaciones, aunque habrá que esperar a su aplicación para ver su efecto real, no lo es que el énfasis de las intervenciones se centre en los desgraciados que cobran 400 euros de subsidio y hacen alguna chapuza, cuando recientemente se ha aprobado una amnistía fiscal, con impuestos reducidos para los que llevan evadiendo millones y millones desde hace años.

Esta actitud contrasta con la delicadeza con que se tratan los impagos de cotizaciones a la Seguridad Social del que es un ejemplo gráfico, desgraciadamente no el único, el de unos clubs de la Liga de Futbol que adeudan cientos de millones.

Del anuncio no sorprende el incremento del IVA y otros impuestos indirectos, que el Gobierno estima aportarán al menos 8 mil millones de euros adicionales, lo que quiere decir que la subida será de, al menos, un punto y medio, y si sorprende la intención de bajar las cotizaciones sociales, dada la actual evolución de las cuentas de la Seguridad Social, los salarios y el empleo.

Cada punto de cotización a la Seguridad Social equivale a 4.500 millones de euros y cada punto de subida del IVA, aproximadamente, a 4 mil. Esto último significa que si el Gobierno estima en 8 mil millones el aumento de ingresos previsto por la subida de impuestos indirectos, equivaldría a 2 puntos de IVA, o a punto y medio si prevé ingresar 6 mil por este impuesto y otros 2 mil por subidas de los impuestos especiales a alcohol, tabaco e hidrocarburos, incrementando un 10 % la recaudación conjunta de todos ellos.

Aparte de objetar la mentira que implica la virulencia con que rechazaban hasta muy recientemente la subida del IVA, la objeción sería menor si reconocieran su mentira o error y se limitasen a considerar que esa recaudación adicional serviría para reducir el déficit y/o limitar la presión sobre la reducción de gasto en sanidad, educación o de estímulo a la economía productiva y el empleo pero, al acompañarla del anuncio de reducir cuotas empresariales a la Seguridad Social, de nuevo hacen temer lo peor.

Como consecuencia de la reducción del empleo y los salarios reales, las cuentas de la Seguridad Social tienen un equilibrio frágil. En 2011 su superávit se produjo por el rendimiento financiero del Fondo de Reserva, mayoritariamente invertido en deuda pública española, y las previsiones para 2012, en el mejor de los casos, son de equilibrio.

Así, una reducción de cuotas en 2013, cuando no se prevé ni un crecimiento económico significativo ni creación neta de empleo, es una apuesta premeditada por el déficit y el deterioro del Fondo de Reserva de la Seguridad Social.

El argumento del Ministro Guindos de que la reducción de cuotas crea empleo no se tiene en pié. Porque si la subida del IVA es para reducir el déficit no se puede compensar íntegramente con bajada de cotización y si la bajada de cotización fuese de un punto o menos, nadie con dos dedos de frente puede defender que servirá para crear empleo.

Las cotizaciones sociales son costes de personal, por tanto retribución al trabajador, y el coste de personal medio en España un 40 % inferior a la media de la UE, casi el 50 % si la comparación se hace con Alemania o Francia.

En los dos últimos años la diferencia se amplía, y en el futuro, como consecuencia de la reforma laboral, la caída de los salarios en España se acelerará y la diferencia también. No hay que olvidar además, que la cotización efectiva en España, es mucho más baja que la legal, como consecuencia de las múltiples bonificaciones, no siempre justas ni útiles.

Es decir, anunciar una bajada de cotizaciones ahora, es como hacer que el pirómano grite fuego antes de tiempo. Porque sería añadir dificultades a las cuentas de la Seguridad Social para, a continuación, argumentar la insostenibilidad del sistema y meterle mano a las pensiones y/o al Fondo de Reserva, que es uno de los soportes más seguros para la Deuda Soberana de nuestro país.

Para los poderosos amnistía fiscal y reducción de cotizaciones, para la mayoría aumentos de impuestos, tasas y copagos, empeoramiento de sanidad y educación, máximo rigor en la persecución del cobro de subsidios y amenazas al sistema de pensiones.  Esa es la declaración de principios del PP y la muestra de ineptitud de un gobierno que además, por ese camino no conseguirá cuadrar las cuentas, ni recuperar la economía, ni el empleo y sí añadir nuevas tensiones a la Deuda Soberana de España.

Parafraseando de nuevo al profesor Galbraith, como siempre, los ricos están convencidos de que es bueno atiborrar al caballo de avena, porque en su paso por el intestino algunos granos no se consumen y cuando salen alimentan a los gorriones.

Andrés Gómez

O GIRO A LA IZQUIERDA O EXTREMA DERECHA

El resultado de la primera vuelta de las presidenciales francesas ha dado una noticia buena y otra mala. La buena es la victoria del candidato del Partido Socialista Francés, François Hollande, y la mala el mayor respaldo electoral de la historia reciente a la extrema derecha. Ese resultado es una imagen muy gráfica de lo que está sucediendo en Europa.

La pujanza, con altibajos, de la extrema derecha en Europa, no es una noticia nueva. Desde la caída del muro de Berlín, con la aplicación de una interpretación conservadora de la globalización que ha llevado a la desregulación, la desfiscalización y el debilitamiento de los derechos sociales, la extrema derecha ha refugiado una parte importante del voto descontento que ha culpado a la inmigración de los males y buscado en la vuelta al ultranacionalismo la solución.

Cuanto más empuje ha tenido el neoliberalismo, contagio a la socialdemocracia incluido, más ha crecido la ultraderecha. Hace ya más de veinte años que estos partidos forman parte del paisaje político del centro y norte de Europa o que, con distintas modalidades han aparecido en Francia o Italia, convirtiéndose en un polo de influencia, que ha intervenido activamente en países como Austria, Dinamarca o, últimamente, Holanda donde ha mostrado capacidad para  formar o tirar gobiernos.

La explicación de este fenómeno está en el deterioro creciente de las condiciones de vida de amplios sectores de la población y en la ausencia de un discurso ideológico de izquierda, que ha situado a estos partidos como el voto de castigo "al sistema".

Lo nuevo es que la crisis ha puesto de manifiesto el fracaso del modelo capitalista desregulado de las últimas décadas, pero igualmente que la debilidad del discurso de la izquierda ha provocado que lejos de poner en cuestión ese modelo, se produzca una ofensiva de los responsables de la situación, para acabar con lo que queda de estado social, haciendo pagar a la mayoría el desastre causado por los más poderosos. Esta situación ha generado una reacción de izquierdas en amplios sectores de las población, pero también un reforzamiento de la extrema derecha en otros.

La debilidad de la construcción de una Europa democrática, el resurgimiento de los nacionalismos, las dificultades para mantener los derechos sociales y la creciente injerencia en la política de los grandes capitales, impulsan la xenofobia y el chauvinismo, la identificación de que las culpas de nuestros males la tienen "los otros" y, consecuentemente, refuerzan los neofascismos.

Además, las derechas "honorables", para mantener su poder y no perder clientela, caen frecuentemente en la tentación de asumir, partes de estos discursos. El caso español es significativo de ello,  porque la derecha franquista decidió, al principio de la democracia, integrarse e influir en el PP, impregnando e incluso hegemonizando su discurso en la mayoría de las ocasiones.

La encrucijada que todo ello plantea en Europa es decisiva para su futuro. No existe salida progresista -entendida como posibilidad de mantener un estado social sin el que la democracia será difícil de mantener- en un sólo país. Pero para que la salida progresista sea europea, hace falta un profundo giro democrático y social que encabecen los grandes países.

Hay quien plantea que poner en cuestión el euro es tabú. Pero el problema no es la puesta en cuestión teórica, sino que la falta de política económica y fiscal común, la falta de un Banco Central que actúe como agente económico activo, el deterioro de una situación social que, de una u otra forma, afecta a todos y la falta de credibilidad democrática de las instituciones europeas, que tiene que ver con lo anterior, puede hacer imposible el futuro de la moneda, porque si no se la ve como parte de la solución de los problemas reales de la gente, cada vez habrá más ciudadanos a los que el euro les importe un bledo, o lo que es peor les parezca parte del problema, y ese es otro agravio y otro caldo de cultivo para una ultraderecha que ya lo utiliza como argumento.

Casi cuatro años de gobierno de la derecha en una Europa en crisis, de imposición de Merkel con la aquiescencia de Sarkozy, de libertad vigilada por los mercados, son suficientes para saber que no son los que pueden encabezar ese giro y sí lo son de que esas políticas solo están sirviendo para deteriorar la democracia, reforzar a la extrema derecha económica y dar argumentos y nuevo empuje a  la extrema derecha política que reniega de una Europa Unida.

El ejemplo de como la cesión de los conservadores, integrando a la ultraderecha holandesa en su gobierno para tener mayoría, no ha servido más que para que cuando había que votar la participación y contribución de este país al Plan de estabilidad, les hayan dejado caer, es suficientemente significativo.

Sarkozy ha reaccionado a su derrota con guiños en la misma dirección, intentar captar votos del frente Nacional asumiendo su discurso. Pero con eso no hace sino reforzar sus planteamientos y dar alas a Le Pen.

Por eso es evidente que sin giro a la izquierda, sin abordar y resolver los problemas reales de la gente, sin hacer valer el peso de la política y la credibilidad de la democracia, se reforzará ineludiblemente la extrema derecha y Europa, los ideales de libertad e igualdad que hasta ahora ha representado, serán más difíciles de mantener.

Andrés Gómez


sábado, 21 de abril de 2012


¿DESPUÉS DE LA HUELGA QUÉ?

Los sindicatos se vieron abocados a convocar una huelga que no deseaban, ante una reforma tan agresiva como el ministro Guindos había vaticinado a sus homólogos europeos y que da la vuelta, como a un calcetín, al modelo laboral que había convertido a nuestro país en ejemplo de diálogo y estabilidad social durante más de dos décadas.

El Gobierno de Rajoy rechazó, además, desde el primer momento cualquier modificación real de su proyecto, arruinando toda posibilidad de diálogo social, y desconsiderando, incluso, el contenido del acuerdo que sindicatos y organizaciones empresariales habían suscrito unas semanas antes de la aprobación del Decreto.

Por si esto era poco, el Presidente alardeó en la Comisión Europea sobre una huelga que aún no le habían convocado como si la desease, haciéndola inevitable. El objetivo, no expresado por el Gobierno y sí por los voceros de su derecha extrema, era una huelga fracasada, que situase a los sindicatos al borde de la irrelevancia.

Sus previsiones fallaron, porque el creciente malestar y activismo social de sectores de la "clase media trabajadora" es, sin duda, uno de los hechos relevantes desde que se pusieron en marcha las recetas conservadoras frente a la crisis.

El Gobierno no ha medido que una parte creciente de la población, bien formada e informada, decidió hace tiempo no comulgar con ruedas de molino y rechazar que lo que han estropeado los más poderosos lo paguemos todos los demás. Las elecciones andaluzas y asturianas, dieron un aviso en esta dirección.

No era el primero, las movilizaciones del 15 M mostraron ya señales. Porque si su detonante fueron las acampadas, lo importante socialmente fue el respaldo a las grandes manifestaciones que las arroparon y que mostraban el cabreo creciente de sectores de esas "capas medias trabajadoras" que se están empobreciendo. Y aunque el movimiento se debilitó por falta de cauce político, el malestar que reflejaba ha permanecido.

La huelga no "paró España", pero tuvo eco suficiente y, a pesar del miedo al despido, más seguimiento con gran diferencia que las últimas convocatorias y, sobre todo, se acompañó de las mayores manifestaciones ciudadanas que se conocían desde el "No a la Guerra" de Irak

Los sindicatos no se han debilitado como pretendía el PP y han ocupado, recuperado e incrementado el liderazgo social en la movilización que tuvo hace meses el 15 M. Por eso su problema, a partir de ahora, es qué hacer para mantener ese liderazgo, sin perder y a poder ser reforzando, su papel como sindicatos, en una nueva situación que, como consecuencia de la reforma laboral, es distinta de la anterior.

Los sindicatos deben seguir defendiendo su papel institucional, pero no obsesionarse con él, porque ese papel se ha debilitado y recuperarlo va a requerir tiempo y acumulación de fuerza. Es difícil creer en los grandes consensos cuando el Presidente del Gobierno, que mantiene una relación fluida con los empresarios, ha decidido no reunirse con los líderes sindicales. El PP, llegando hasta donde ha llegado, tiene difícil marcha atrás y, a pesar de su desgaste, considera que sólo necesita tiempo para revertir la situación, y que lo tiene hasta las próximas elecciones.

Por otro lado, la mayoría de la patronal valora también menos el diálogo, porque sin él ha conseguido mejor sus objetivos estratégicos. Basta con escuchar a algunos de sus portavoces "pidiendo más" en el trámite de la reforma para saber que, en estos momentos, por ese lado hay poco que rascar.

La primera cuestión es mantener el clima de contestación, combinando respuestas puntuales de masas con los conflictos, sectoriales que seguirán produciéndose por las decisiones políticas del Gobierno y sus consecuencias en sectores y empresas. De un lado se requiere una explicación didáctica y continua en los medios y la sociedad y de otro utilizar la red -que solo los sindicatos tienen- de afiliados y representantes, para dar respuesta a cada agresión. La experiencia de la llamada marea verde en educación, es un ejemplo. Del seguimiento detallado de estas cuestiones generales y sectoriales, derivarán, sin duda, propuestas de movilización.

La segunda es más compleja y afecta a la necesaria recuperación de la acción sindical en los centros de trabajo, a que obligan los cambios de la reforma laboral en empleo y negociación colectiva. Es más compleja porque requiere cambio de mentalidad y en la organización, ya que se trata de atender a un tejido mayoritario de pequeña y mediana empresa, recuperando prácticas abandonadas hace años, y de hacerlo con menos recursos que los dispuestos hasta ahora.

Pero es imprescindible, porque en ella se juega el futuro de los sindicatos, ya que la experiencia sindical muestra que se necesita conseguir resultados e influir, pero que se necesita sobre todo que los trabajadores vean a los sindicatos ocuparse de sus problemas, ya que pueden perdonar que no siempre se gane, pero lo que nunca han perdonado es que ni siquiera se intente.

El cambio no es fácil, pero los sindicatos deben aprovechar el plus que han ganado en este proceso, porque hay muchos trabajadores, muchos ciudadanos, que consideran que son la línea de resistencia que queda y eso, bien aprovechado, puede ser útil para ampliar la afiliación y el respaldo, incluso en momentos tan difíciles como este.

Andrés Gómez

LAS TRIBULACIONES DEL PARTIDO POPULAR

La prepotencia es mala consejera. Celebradas las elecciones generales, constatada su mayoría absoluta en las dos cámaras, su hegemonía en la gran mayoría de Comunidades Autónomas y Ayuntamientos y con unas encuestas que le vaticinaban la victoria en Andalucía, convencido de su fuerza y de que su acceso al poder era lo único que esperaban los mercados y la derecha europea para recuperar la confianza, el PP se aprestaba a poner en marcha su hoja de ruta, mirando exclusivamente hacia el nacionalismo catalán conservador, que necesita sus votos para dar estabilidad a su mayoría al frente de la Generalitat de Catalunya.

Una hoja de ruta cuya primera etapa era la reforma laboral, que preveía una continuación de la reforma financiera sin ruido y seguía con un drástico recorte presupuestario, la presión continuada a las CC.AA. para dar un tajo a su gasto, y cuyo cuarto escalón incluía una revisión del estado autonómico, acordada con CiU y PNV, que permitiese un mayor control del resto de las Comunidades con su apoyo, a cambio de mantener la diferencia en Cataluña y País Vasco.

Tres meses después el proyecto ha encallado y la improvisación y el desconcierto, anidan en el partido y el Gobierno.

Por si no lo sabía, el PP ha podido constatar que la lógica actual del capitalismo entiende más de cómo el pez grande se come al chico que de colores políticos y apuesta contra España porque considera que puede sacar rendimiento de sus ciudadanos y empresas.

Debería aprender también que una cosa es ganar las elecciones y otra distinta que las pierdan los otros. Porque lo más resaltable de las elecciones andaluzas y asturianas es la rapidez con que el PP está perdiendo apoyo, y este hecho lo confirman encuestas posteriores como la de Metroscopia para el País que muestra la posibilidad de que el PP se desgaste aceleradamente, sin que ello implique, por el momento, que el PSOE se recupere.

Han podido constatar que una de las novedades que ha aportado esta crisis es que los ciudadanos están hartos de palabras, de mentiras  que no se corresponden con los hechos, y no están dispuestos a aceptar sin protestar que sus causantes sean los que digan lo que hay que hacer, descargando el coste de su anterior responsabilidad en los más débiles.

Cuando preveían que la contestación a su reforma laboral se saldase con un hundimiento sindical se han encontrado con una huelga más que digna, y sobre todo con las mayores manifestaciones desde la Guerra de Irak, que han mostrado el rechazo a unas medidas que se consideran no sólo injustas y lesivas para la mayoría, sino además inútiles para la recuperación de la economía y el empleo.

Así, cuatro meses después de su éxito electoral, constatan que la reforma laboral la han digerido los mercados sin que ni la Bolsa suba ni la prima de riesgo baje. Los mismos mercados que piden "más madera" ahora se quejan de la lentitud de la reforma financiera, del bajo crecimiento y el alto desempleo. La derrota en Andalucía, donde el PP esperaba mayoría absoluta clara, dificulta y mucho sus previsiones de un cambio del modelo autonómico que les permita recortar drásticamente y sin ruido prestaciones sociales.

"A perro flaco todo son pulgas", en la retórica imperial con que el PP quería contestar la nacionalización populista de YPF por el Gobierno argentino no se han visto acompañados por una Unión Europea, que se ha limitado a darnos una palmada comprensiva en la espalda, y unos EE.UU. que en principio ni eso -aunque ante las quejas del ministro, Clinton manifestó su comprensión-  en una muestra de que ya no somos "el milagro" y sí una economía débil con necesidad de recuperar su economía real.

De las dos almas del PP, la ultra y populista, orquestada por el grupo de medios afines, resurge con fuerza pidiendo abiertamente la marcha atrás del Estado Autonómico, más dureza policial y legal frente a la movilización social creciente - para poder hacer más recortes y privatizaciones- y dar satisfacción a la jerarquía católica y la ultraderecha religiosa con la marcha atrás de las leyes sobre aborto y derechos de los homosexuales. La centrista, sumida en el desconcierto y la melancolía, guarda silencio y espera a que escampe.

La prepotencia inicial, hace imposible un giro inteligente. La marcha atrás de la reforma laboral se interpretaría como debilidad, los gestos legales hacia los sectores más conservadores, una vez hechos, son difíciles de corregir sin un coste y un desgaste en sus propias filas, y las líneas generales de política económica, condicionadas por los dictados de la derecha alemana, requerirían poner en cuestión la actual política de estabilidad por otra más sensata que flexibilizase el cumplimiento del objetivo de déficit y abordase una reforma fiscal para obtener más ingresos de los que más tienen, que Rajoy no parece tener el coraje necesario para afrontar.

Por eso cualquier planteamiento de consenso, por mucha sensatez teórica que se le suponga, es imposible en la realidad.

El giro que requeriría en PP y Gobierno es políticamente inviable y Rajoy sabe que le costaría una crisis interna que no se puede permitir. De ahí que no dé ni un paso en esa dirección ya que, por otro lado, tiene una mayoría absoluta que le permite gobernar sin sobresaltos con el apoyo de las cámaras y tiene, además, respaldo de CiU en lo sustancial de política económica, con la contradicción de la deriva soberanista de esta formación, que intentará abordar en algún momento en términos económicos.

Además, las capas medias trabajadoras que soportan la mayor parte del electorado socialista y de izquierdas no entienden la reivindicación de un consenso que no sólo no es posible sino que, de serlo, temen que volviese recaer sobre sus espaldas.

Así la que queda es que el Gobierno gobierne, confiar en que hayan aprendido de lo sucedido para modular sus agresiones y que la oposición política y social ejerzan, para recordárselo permanentemente e influir para moderarlos.

Andrés Gómez


EN DEFENSA DE GUNTER GRASS

El Holocausto nazi contra los judíos fue un crimen contra la Humanidad que conmovió las conciencias y despertó la rabia de las poblaciones tras la II Guerra Mundial.

La magnitud del crimen y la mala conciencia provocada, porque apenas se hizo nada para evitarlo hasta finalizada la Guerra, alentó al sionismo y condicionó que las potencias coloniales, sobre todo Gran Bretaña como responsable de la zona, aceptasen la creación del Estado de Israel, sin ninguna previsión de que la solución de un problema creaba otro, el palestino, que se mantiene agravado hasta nuestros días.

Casi setenta años después, la historia se repite con distinto reparto de papeles. Porque la reimplantación de los judíos en lo que hoy es Israel, la creación de un Estado no fue un proceso idílico y algunos de los que hoy acusan a palestinos y árabes de terrorismo, también lo utilizaron entonces para conseguir su objetivo, como se puede comprobar leyendo "Éxodo" de León Uris, la más conocida epopeya sobre aquellos acontecimientos, en los que se buscaba en la cobertura religiosa, en la historia reflejada en las sagradas escrituras, la legitimidad del derecho del pueblo judío a tener una patria.

Entonces, como ahora, la ocupación de la tierra, la repoblación con afines de raza y religión y la consecuente expulsión de los otros era el programa político de los sionistas más radicales y, entonces como ahora, la falta de interés y decisión de las superpotencias para resolver el problema, para impulsar una negociación de verdad que permitiese la convivencia de los dos pueblos más laicos de Oriente Medio, la existencia de dos estados, ha radicalizado a partes importantes de sus poblaciones hacia el fundamentalismo religioso.

El recuerdo del Holocausto y su rechazo para que no vuelva a producirse no justificaba, entonces ni ahora, las cosas mal hechas ni el abuso del poder militar que vienen ejerciendo los gobiernos de Israel desde hace tiempo frente a los palestinos y a algunos de sus vecinos y que se sostiene en el apoyo de potencias como EE.UU. y en la disposición, sin ningún amparo legal internacional, del arma nuclear. Esa reflexión, cada vez se la hacen más ciudadanos israelís, que ven como se deteriora su nivel de vida por la crisis, mientras crece exponencialmente el gasto militar, por una concepción de la supervivencia de Israel tan sólo relacionada con el poder militar.

Por eso es infame y reprobable el trato dado a Gunter Grass por expresar exclusivamente esta preocupación en uno de sus últimos poemas.

Ni la constatación del riesgo que el militarismo sionista implica para la paz en esa zona, e incluso para el propio Estado de Israel, convierte a quien lo exprese en simpatizante del fundamentalismo religioso iraní, que representa otro riesgo, ni tampoco en anti judío.

Bien al contrario los que recurren a esas burdas argumentaciones y descalifican a quienes expresan opiniones libres con respeto, son los que se acercan al fundamentalismo, que es una de las nuevas caras que presenta el fascismo.

Andrés Gómez