LA
DESVERGÜENZA SOBRE LAS PENSIONES
Como era de prever, sólo
cinco días después de las elecciones catalanas ha habido noticias sobre las
pensiones.
Zapatero las congeló pero
respetó la revisión (paga) de final de año y actualizó las mínimas. Rajoy dice
que no las congela, actualiza para 2013 el 1% con carácter general y el 2% a
las de menos de mil euros, pero se carga la revisión a final de año -paga y
1,9% de incremento adicional para las tablas del próximo año- con un efecto
final de mayor pérdida de poder adquisitivo.
Entre las defensas de esta
decisión destaca la del portavoz adjunto del PP en el Congreso, Rafael
Hernando, que ha vaticinado que "los pensionistas están agradecidos al PP
por su decisión". ¡Como lo leéis!.
Por su parte Rajoy explica
que la decisión no se debe a ninguna imposición de Europa sino a la realidad.
Lo que no explica es en qué ha cambiado esta realidad después de las elecciones
catalanas, para que antes dijese una cosa y ahora otra bien distinta.
Ni Pacto de Toledo. Ni
consulta a los agentes sociales -quizás discretamente sí a la patronal. Todas
las promesas electorales, todas las declaraciones hasta el sábado anterior a
las elecciones catalanas, a la papelera.
No es sólo la medida
adoptada. Es que habían hecho el compromiso solemne de que ellos nunca
vulnerarían -como Zapatero- la obligatoriedad de pasar las decisiones sobre
pensiones por el Pacto de Toledo, antes de adoptarlas, para que tema tan
sensible fuese una cuestión de Estado y no partidaria.
A nadie se le oculta que
con la evolución del empleo a que nos abocan las política de ultra austeridad
que aplican, las pensiones corren un riesgo que hay que analizar. Pero a nadie
se le oculta tampoco que, precisamente por esas política ultras, por el
crecimiento del paro y la caída de los salarios, las pensiones son cada vez más
importantes para muchas familias y que, en cuestiones como éstas, no valen
experimentos ni fundamentalismos como los de quienes siguen defendiendo la
bajada de cotizaciones a los empresarios, que no servirían para crear ningún
empleo y sí mermarían la recaudación a la Seguridad Social, y aumentarían sus
problemas para el presente y, sobre todo, para el futuro, en la medida en que
obligaría a hacer más uso del Fondo de Reserva.
Si fuese coherente y
respondiese de verdad al interés general, el Gobierno debería buscar un acuerdo
estratégico dentro del Pacto de Toledo, en lugar de adoptar una decisión
unilateral que lo erosiona y, como señala CC.OO. en su denuncia ante el
Tribunal Constitucional, es ilegal.
Pero tan grave como es
esta decisión para el futuro de las pensiones, lo es para el maltrecho
prestigio de la política.
Más allá de la injusticia
de una decisión que pone, una vez más, en evidencia el distinto rasero con que
se mide a la gente corriente y a la más poderosa -la decisión se toma la misma
semana en que acaba el plazo para acogerse a la amnistía fiscal- está la
utilización premeditada de la mentira como arma política por el PP.
El PP tiene derecho a
creer en unas políticas y a defenderlas si lo hace con claridad. A lo que no
tiene derecho es a mentir y ocultar sus intenciones permanentemente, degradando
la credibilidad de la política y atentando con ello contra el interés general
que tanto dicen defender. Lo que hacen sólo tiene un calificativo: poca vergüenza.
Andrés
Gómez
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