HABLEMOS
CLARO
La
importancia de la ideología en política
De que no son los
trabajadores y las capas medias de la sociedad los principales causantes de la
crisis no hay ninguna duda. De que son los que más están pagando por ella,
tampoco.
Que la mayoría de los que
más se han enriquecido en la época en que valía todo no sólo no están perdiendo
ahora sino que, en muchos casos están ganando más, es irrefutable.
Que cuando la gran mayoría
de la población tiene que medir su gasto
y una parte importante tiene carencias elementales, cuando el consumo de
la gente corriente está cayendo, el consumo de bienes de lujo crece es
evidente.
Además, en programas de televisión de esos en que nos cuentan cómo viven los ricos, es común escuchar que la crisis es un mundo de oportunidades para los que tienen dinero.
Además, en programas de televisión de esos en que nos cuentan cómo viven los ricos, es común escuchar que la crisis es un mundo de oportunidades para los que tienen dinero.
Que en los últimos veinte
años la desigualdad ha crecido de forma obscena en el mundo, lo dice y
demuestra con datos la OCDE. Que la acumulación de cada vez más dinero en menos
manos da lugar a que el dinero se convierta en un objeto de inversión en sí
mismo y que, la situación de los Mercados de valores y las empresas productivas
hace que cada vez más capitales se dediquen a especular en materias primas y
alimentos, provocando subidas de precios que causan hambre y carencias a
millones de personas en el mundo, lo señalan la FAO, la ONU y hasta las
Iglesias.
Que con el diez por ciento
de lo que ganan el uno por ciento de los más ricos, se podrían resolver
necesidades elementales del cincuenta por ciento de los más pobres, es
evidente. Que los que se niegan a que eso sea así no lo hacen porque necesiten
más, sino por acumular más poder, es una obviedad.
Una obviedad que muestra
cada día que quieren controlar la política y que están carcomiendo la
democracia. Que evidencia que este modelo capitalista degradado de los últimos
treinta años no sirve a la inmensa mayoría de la sociedad. Decir las cosas
claras no es ningún extremismo, es simplemente realista y es lo que echan de
menos muchos ciudadanos. No piden la luna, se conforman con recuperar lo
perdido, con que el coste de la crisis se reparta con justicia y que al salir
de ella tangamos una sociedad con futuro para todos.
Y no lo dicen sólo los
ciudadanos corrientes, también lo señalan capitalistas y empresarios serios,
que son conscientes de que, por esta deriva, cada vez estará más en cuestión el
propio capitalismo y más en riesgo la democracia.
Que ven como grandes
poseedores de dinero sin escrúpulos, juegan a determinar el futuro de la
humanidad y controlar la política a su servicio, por encima de las decisiones
de los ciudadanos, convirtiéndose en referentes para los capitalismos
emergentes que impiden, así, el propio desarrollo democrático en esos países.
Hace tres décadas que
sectores conservadores en EE.UU. comenzaron su cruzada contra el estado de
bienestar. Los ejes de su mensaje se han mantenido y radicalizado hasta el Tea
Party actual: La “defensa de la sociedad”, frente a un “socialismo”, a punto de
desaparecer en su versión comunista entonces y francamente maltrecho en la
socialdemócrata hoy. Las “libertades individuales”, que no han dudado en cercenar
cuando han querido, y el “interés privado”, que se ha traducido sólo en defensa
del interés de la minoría más poderosa,
nos han traído hasta aquí, en parte por el repliegue ideológico de la izquierda
que hemos aceptado, casi como imperativo de la naturaleza, que lo público
funciona mal, que los impuestos son malos y limitan la libertad y la iniciativa
privada, que la democracia está limitada por la defensa del interés de los
poderosos, por principio divino.
Hasta en el lenguaje hemos
aceptado perversiones como decir gobernanza en lugar de política y gobierno,
emprendedores en lugar de empresarios y trabajadores autónomos, los últimos
muchas veces tan dependientes y explotados como los asalariados, como ha mostrado
la crisis, o utilizar eufemismos para no hablar de igualdad.
La recuperación de la
alternativa socialdemócrata debe hacerse en un ámbito europeo y, como señalaba
recientemente en “El País” Norman Birbaum, si se recupera, hay condiciones,
dentro del Partido Demócrata de EE.UU., para construir un discurso paralelo en
aquel país. Pero para reconstruir la alternativa, hay que tomar la iniciativa
en una batalla de ideas que dispute la hegemonía conservadora. No será fácil,
pero cuanto más tarde se empiece, más difícil será.
Hay que impulsar un
discurso reformista en Europa, que retome la democracia y la igualdad como
ejes, que incorpore la conservación del medio ambiente y los recursos
naturales, como parte de la solidaridad entre generaciones.
Un discurso que defienda
la economía productiva, la investigación, e infraestructuras y transportes
públicos más eficientes y ahorradores de energía, una nueva sociedad de consumo
sostenible; que recupere el papel del sector público como factor de equilibrio
frente a los grandes poderes económicos, el papel regulador de la política
frente a los abusos de los más poderosos. Una propuesta que defienda logros
sociales como la sanidad, la educación y los servicios sociales universales,
que promueva la austeridad para todos y que afronte también el déficit con
mayor justicia fiscal, con subidas de impuestos para los más ricos y mayor
energía contra el delito y el fraude fiscal.
Un discurso que se
defienda por igual por todos los partidos socialistas de Europa, que no se amedrente
frente a los ataques contrarios, que llegue y convenza a la gran mayoría de la sociedad, que sufre en
mayor medida las consecuencias de las políticas dominantes en este tiempo.
Es evidente que habrá que
traducir todo esto en políticas concretas, pero para elaborarlas hay que tener
claro, en primer lugar, los principios, transmitirlos y hacerlos creíbles.
Los neoconservadores nos
han dado lecciones de cómo hacerlo en estos años. No se trata de que hagamos lo
mismo, obviamente, pero sí de que entremos sin complejos en la batalla de
ideas, porque lo que nosotros defendemos interesa más a una gran mayoría
social.
Andrés
Gómez
12 de febrero de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario