domingo, 23 de septiembre de 2012


¡YA QUISIÉRAMOS QUE LO DE CATALUÑA FUESE UNA ALGARABÍA!

O Rajoy no se entera o se hace el loco, que no se sabe que es peor.
En el crecimiento del independentismo en Cataluña han influido varios factores. De un lado, desde el inicio de la transición democrática, entre un cuarto y un tercio de la población catalana se ha pronunciado en las encuestas por la independencia. De otro, el fracaso del intento de Zapatero de abordar el cambio territorial por la vía de la reforma de los Estatutos de Autonomía, y no por la propuesta de reforma constitucional. La sentencia del TC que, después del compromiso solemne del entonces Presidente, de que lo que dijeran los catalanes iría a misa, modificó sustancialmente lo aprobado en Cataluña, atizando el malestar y los agravios.

Pero más importante que todo esto, ha sido el papel jugado en este tiempo por las derechas catalana y española. Unas derechas que, desde que se inicio la crisis, han coincidido en lo básico de la política económica y, desde que coinciden en los respectivos gobiernos, en la dureza de los recortes. Unas derechas que han buscado en los nacionalismos español y catalán, envolverse en las banderas, una cortina de humo con que ocultar la agresividad de sus políticas.
Es histórico el daño que han hecho tanto las proclamas anti catalanas de destacados dirigentes del PP, como las descalificaciones generalizadas contra "Madrid" de algunos nacionalistas. Incluidas sus respectivas televisiones públicas autonómicas. Pero la prolongación de estos discursos, en unas circunstancias de crisis como las que vivimos, con un malestar creciente entre las poblaciones, los ha convertido, sobre todo en Cataluña, en un arma letal.

A nadie se le oculta que CiU, ha encontrado en el giro al independentismo, un arma poderosa para justificar la dureza de sus políticas. Y, por el momento, ha tenido éxito, porque el mensaje simple de que si no se aportasen recursos a España no se habría tenido que recortar y Cataluña sería como un país del Norte de Europa y no como uno del Sur, ha tapado cualquier contestación social y les permite anticipar las elecciones, con la coartada de la independencia y mejorando sus expectativas según las encuestas.
¿Pero cuáles son las diferencias estratégicas en el modelo económico social o en las políticas frente a la crisis de CiU y PP?. Ninguna.

El problema real de Cataluña es más de financiación que de autogobierno. En el ejercicio de sus competencias, la Generalitat, desde los primeros gobiernos de Jordi Pujol, optó por un modelo de servicios públicos, más privatizado y de negocio que el del resto de España, en el que los conciertos en Educación, Sanidad o Servicios Sociales han estado más extendidos, con el consiguiente encarecimiento de estos servicios. El tripartito, condicionado por los nacionalistas de fuera y dentro del PSC, no hizo nada para corregirlo.
Pero este modelo es justo el mismo que defiende y aplica, cuando gobierna, el PP. Y sobre esto se ha hablado muy poco, singularmente el PP, porque existía una coincidencia básica entre las derechas catalana y española, sobre el modelo, que se ha puesto más en evidencia, durante la crisis

Por eso la mayor responsabilidad y el mayor daño lo han hecho esas derechas que, en nombre de un patriotismo verbal, se han abrazado a las respectivas banderas para mantener sus privilegios y para que la crisis la paguemos todos, menos los suyos, las "grandes familias" españolas o catalanas.
Sí hay un problema de financiación, para Cataluña y otras Comunidades con más recursos como la de Madrid o la de Baleares. La construcción del Estado Autonómico y la necesidad de garantizar la igualdad de derechos a los ciudadano de toda España, ha llevado a sucesivas fórmulas de financiación que han favorecido mucho a las Comunidades más atrasadas, hasta el punto de que en algunas de ellas, los servicios públicos están mejor atendidos que en las zonas pobres de los territorios más ricos.

No es solo una cuestión territorial, también lo es de distribución de renta y de las políticas que los Gobiernos de CiU y el PP, han aplicado, por ejemplo, en Cataluña o la Comunidad de Madrid, pero también es un problema de financiación de las Comunidades, porque un modelo válido en un principio para resolver los déficits de los territorios con menor riqueza, puede dejar de serlo cuando esos déficits se resuelven.
Y aquí, aparte del problema más real, hay otro de hipocresía y agravio, cuando se acepta con naturalidad que Esperanza Aguirre pida cambios en la financiación favorables a Madrid y que cuando se hace desde la Generalit, se la tilde de insolidaria y pesetera.

El hecho es que el trabajador de Móstoles o Badalona, en su mayoría emigrantes, cuando vuelven a su pueblo y ven servicios que funcionan mejor que en sus barrios de residencia, no lo entienden, con el agravante en Cataluña, de convertirse en un elemento de agravio, fácilmente utilizable por el nacionalismo.
La reforma del sistema de financiación aprobada por el anterior Gobierno, mejoraba esta situación, aunque creó una fórmula excesivamente farragosa y sujeta a arbitrariedades que, además, desde el principio se enfrentó al hundimiento, por la crisis, de la recaudación de impuestos de la que depende, atizando la presión permanente al Gobierno Central de la mayoría de las Comunidades.

Que el Pacto fiscal y el sistema de concierto no sea posible no implica que no haya un sistema de financiación más justo, transparente y automático que tenga más relación con la recaudación de cada territorio -con la riqueza de sus ciudadanos- y que reconozca económicamente, de forma más real, hechos como el bilingüismo, recogidos en la Constitución, que exigen un mayor gasto, singularmente en competencias de las Comunidades como educación o cultura.
No es fácil en unas circunstancias de crisis como ésta y sólo será posible dentro de una reforma fiscal progresiva, que restablezca la recaudación, pero es imprescindible para frenar la "orgía recortadora", que de continuar incrementará entre los afectados la desafección de la política o la adhesión al nacionalismo, socavando las bases sociales no nacionalistas.

No es casual la paralización de una base de izquierdas en Cataluña, desarmada políticamente desde hace tiempo, ante el crecimiento simultáneo del nacionalismo y las políticas de derechas.

Es obvio que existe un problema catalán en España y que habrá que abordar en el futuro reformas en el encaje constitucional y territorial del Estado, para la construcción y consolidación de un modelo federal estable. Pero también lo es que desde la izquierda es imprescindible retomar la iniciativa política para poner en evidencia que, a pesar del riesgo de choque de trenes conducidos por las derechas, sus políticas económicas y sociales son la mismas. Que desde la reforma laboral hasta la financiera las han votado juntos.

 

Andrés Gómez

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