sábado, 21 de abril de 2012


¿DESPUÉS DE LA HUELGA QUÉ?

Los sindicatos se vieron abocados a convocar una huelga que no deseaban, ante una reforma tan agresiva como el ministro Guindos había vaticinado a sus homólogos europeos y que da la vuelta, como a un calcetín, al modelo laboral que había convertido a nuestro país en ejemplo de diálogo y estabilidad social durante más de dos décadas.

El Gobierno de Rajoy rechazó, además, desde el primer momento cualquier modificación real de su proyecto, arruinando toda posibilidad de diálogo social, y desconsiderando, incluso, el contenido del acuerdo que sindicatos y organizaciones empresariales habían suscrito unas semanas antes de la aprobación del Decreto.

Por si esto era poco, el Presidente alardeó en la Comisión Europea sobre una huelga que aún no le habían convocado como si la desease, haciéndola inevitable. El objetivo, no expresado por el Gobierno y sí por los voceros de su derecha extrema, era una huelga fracasada, que situase a los sindicatos al borde de la irrelevancia.

Sus previsiones fallaron, porque el creciente malestar y activismo social de sectores de la "clase media trabajadora" es, sin duda, uno de los hechos relevantes desde que se pusieron en marcha las recetas conservadoras frente a la crisis.

El Gobierno no ha medido que una parte creciente de la población, bien formada e informada, decidió hace tiempo no comulgar con ruedas de molino y rechazar que lo que han estropeado los más poderosos lo paguemos todos los demás. Las elecciones andaluzas y asturianas, dieron un aviso en esta dirección.

No era el primero, las movilizaciones del 15 M mostraron ya señales. Porque si su detonante fueron las acampadas, lo importante socialmente fue el respaldo a las grandes manifestaciones que las arroparon y que mostraban el cabreo creciente de sectores de esas "capas medias trabajadoras" que se están empobreciendo. Y aunque el movimiento se debilitó por falta de cauce político, el malestar que reflejaba ha permanecido.

La huelga no "paró España", pero tuvo eco suficiente y, a pesar del miedo al despido, más seguimiento con gran diferencia que las últimas convocatorias y, sobre todo, se acompañó de las mayores manifestaciones ciudadanas que se conocían desde el "No a la Guerra" de Irak

Los sindicatos no se han debilitado como pretendía el PP y han ocupado, recuperado e incrementado el liderazgo social en la movilización que tuvo hace meses el 15 M. Por eso su problema, a partir de ahora, es qué hacer para mantener ese liderazgo, sin perder y a poder ser reforzando, su papel como sindicatos, en una nueva situación que, como consecuencia de la reforma laboral, es distinta de la anterior.

Los sindicatos deben seguir defendiendo su papel institucional, pero no obsesionarse con él, porque ese papel se ha debilitado y recuperarlo va a requerir tiempo y acumulación de fuerza. Es difícil creer en los grandes consensos cuando el Presidente del Gobierno, que mantiene una relación fluida con los empresarios, ha decidido no reunirse con los líderes sindicales. El PP, llegando hasta donde ha llegado, tiene difícil marcha atrás y, a pesar de su desgaste, considera que sólo necesita tiempo para revertir la situación, y que lo tiene hasta las próximas elecciones.

Por otro lado, la mayoría de la patronal valora también menos el diálogo, porque sin él ha conseguido mejor sus objetivos estratégicos. Basta con escuchar a algunos de sus portavoces "pidiendo más" en el trámite de la reforma para saber que, en estos momentos, por ese lado hay poco que rascar.

La primera cuestión es mantener el clima de contestación, combinando respuestas puntuales de masas con los conflictos, sectoriales que seguirán produciéndose por las decisiones políticas del Gobierno y sus consecuencias en sectores y empresas. De un lado se requiere una explicación didáctica y continua en los medios y la sociedad y de otro utilizar la red -que solo los sindicatos tienen- de afiliados y representantes, para dar respuesta a cada agresión. La experiencia de la llamada marea verde en educación, es un ejemplo. Del seguimiento detallado de estas cuestiones generales y sectoriales, derivarán, sin duda, propuestas de movilización.

La segunda es más compleja y afecta a la necesaria recuperación de la acción sindical en los centros de trabajo, a que obligan los cambios de la reforma laboral en empleo y negociación colectiva. Es más compleja porque requiere cambio de mentalidad y en la organización, ya que se trata de atender a un tejido mayoritario de pequeña y mediana empresa, recuperando prácticas abandonadas hace años, y de hacerlo con menos recursos que los dispuestos hasta ahora.

Pero es imprescindible, porque en ella se juega el futuro de los sindicatos, ya que la experiencia sindical muestra que se necesita conseguir resultados e influir, pero que se necesita sobre todo que los trabajadores vean a los sindicatos ocuparse de sus problemas, ya que pueden perdonar que no siempre se gane, pero lo que nunca han perdonado es que ni siquiera se intente.

El cambio no es fácil, pero los sindicatos deben aprovechar el plus que han ganado en este proceso, porque hay muchos trabajadores, muchos ciudadanos, que consideran que son la línea de resistencia que queda y eso, bien aprovechado, puede ser útil para ampliar la afiliación y el respaldo, incluso en momentos tan difíciles como este.

Andrés Gómez

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