sábado, 21 de abril de 2012


LAS TRIBULACIONES DEL PARTIDO POPULAR

La prepotencia es mala consejera. Celebradas las elecciones generales, constatada su mayoría absoluta en las dos cámaras, su hegemonía en la gran mayoría de Comunidades Autónomas y Ayuntamientos y con unas encuestas que le vaticinaban la victoria en Andalucía, convencido de su fuerza y de que su acceso al poder era lo único que esperaban los mercados y la derecha europea para recuperar la confianza, el PP se aprestaba a poner en marcha su hoja de ruta, mirando exclusivamente hacia el nacionalismo catalán conservador, que necesita sus votos para dar estabilidad a su mayoría al frente de la Generalitat de Catalunya.

Una hoja de ruta cuya primera etapa era la reforma laboral, que preveía una continuación de la reforma financiera sin ruido y seguía con un drástico recorte presupuestario, la presión continuada a las CC.AA. para dar un tajo a su gasto, y cuyo cuarto escalón incluía una revisión del estado autonómico, acordada con CiU y PNV, que permitiese un mayor control del resto de las Comunidades con su apoyo, a cambio de mantener la diferencia en Cataluña y País Vasco.

Tres meses después el proyecto ha encallado y la improvisación y el desconcierto, anidan en el partido y el Gobierno.

Por si no lo sabía, el PP ha podido constatar que la lógica actual del capitalismo entiende más de cómo el pez grande se come al chico que de colores políticos y apuesta contra España porque considera que puede sacar rendimiento de sus ciudadanos y empresas.

Debería aprender también que una cosa es ganar las elecciones y otra distinta que las pierdan los otros. Porque lo más resaltable de las elecciones andaluzas y asturianas es la rapidez con que el PP está perdiendo apoyo, y este hecho lo confirman encuestas posteriores como la de Metroscopia para el País que muestra la posibilidad de que el PP se desgaste aceleradamente, sin que ello implique, por el momento, que el PSOE se recupere.

Han podido constatar que una de las novedades que ha aportado esta crisis es que los ciudadanos están hartos de palabras, de mentiras  que no se corresponden con los hechos, y no están dispuestos a aceptar sin protestar que sus causantes sean los que digan lo que hay que hacer, descargando el coste de su anterior responsabilidad en los más débiles.

Cuando preveían que la contestación a su reforma laboral se saldase con un hundimiento sindical se han encontrado con una huelga más que digna, y sobre todo con las mayores manifestaciones desde la Guerra de Irak, que han mostrado el rechazo a unas medidas que se consideran no sólo injustas y lesivas para la mayoría, sino además inútiles para la recuperación de la economía y el empleo.

Así, cuatro meses después de su éxito electoral, constatan que la reforma laboral la han digerido los mercados sin que ni la Bolsa suba ni la prima de riesgo baje. Los mismos mercados que piden "más madera" ahora se quejan de la lentitud de la reforma financiera, del bajo crecimiento y el alto desempleo. La derrota en Andalucía, donde el PP esperaba mayoría absoluta clara, dificulta y mucho sus previsiones de un cambio del modelo autonómico que les permita recortar drásticamente y sin ruido prestaciones sociales.

"A perro flaco todo son pulgas", en la retórica imperial con que el PP quería contestar la nacionalización populista de YPF por el Gobierno argentino no se han visto acompañados por una Unión Europea, que se ha limitado a darnos una palmada comprensiva en la espalda, y unos EE.UU. que en principio ni eso -aunque ante las quejas del ministro, Clinton manifestó su comprensión-  en una muestra de que ya no somos "el milagro" y sí una economía débil con necesidad de recuperar su economía real.

De las dos almas del PP, la ultra y populista, orquestada por el grupo de medios afines, resurge con fuerza pidiendo abiertamente la marcha atrás del Estado Autonómico, más dureza policial y legal frente a la movilización social creciente - para poder hacer más recortes y privatizaciones- y dar satisfacción a la jerarquía católica y la ultraderecha religiosa con la marcha atrás de las leyes sobre aborto y derechos de los homosexuales. La centrista, sumida en el desconcierto y la melancolía, guarda silencio y espera a que escampe.

La prepotencia inicial, hace imposible un giro inteligente. La marcha atrás de la reforma laboral se interpretaría como debilidad, los gestos legales hacia los sectores más conservadores, una vez hechos, son difíciles de corregir sin un coste y un desgaste en sus propias filas, y las líneas generales de política económica, condicionadas por los dictados de la derecha alemana, requerirían poner en cuestión la actual política de estabilidad por otra más sensata que flexibilizase el cumplimiento del objetivo de déficit y abordase una reforma fiscal para obtener más ingresos de los que más tienen, que Rajoy no parece tener el coraje necesario para afrontar.

Por eso cualquier planteamiento de consenso, por mucha sensatez teórica que se le suponga, es imposible en la realidad.

El giro que requeriría en PP y Gobierno es políticamente inviable y Rajoy sabe que le costaría una crisis interna que no se puede permitir. De ahí que no dé ni un paso en esa dirección ya que, por otro lado, tiene una mayoría absoluta que le permite gobernar sin sobresaltos con el apoyo de las cámaras y tiene, además, respaldo de CiU en lo sustancial de política económica, con la contradicción de la deriva soberanista de esta formación, que intentará abordar en algún momento en términos económicos.

Además, las capas medias trabajadoras que soportan la mayor parte del electorado socialista y de izquierdas no entienden la reivindicación de un consenso que no sólo no es posible sino que, de serlo, temen que volviese recaer sobre sus espaldas.

Así la que queda es que el Gobierno gobierne, confiar en que hayan aprendido de lo sucedido para modular sus agresiones y que la oposición política y social ejerzan, para recordárselo permanentemente e influir para moderarlos.

Andrés Gómez

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