domingo, 18 de noviembre de 2012


LOS SINDICATOS Y LA HUELGA DEL 14 N

Los resultados de la huelga y las manifestaciones del 14 N han dado lugar a distintas valoraciones sobre lo adecuado o no de este tipo de convocatorias y sobre el papel y futuro de los sindicatos.

Desde los medios de la derecha sobresale, como no podía ser menos, la palabra fracaso, las referencias a las inmensas manifestaciones de la tarde son mínimas y se destacan los hechos, puntuales y minoritarios, de violencia no sólo provocados por grupos radicales.

Es normal y responde al sectarismo, miopía y torpeza de estos medios que en materia social siempre han opinado que "donde esté una buena pelea que se quite lo de hablar". Son los mismos que han jaleado al Gobierno para cambiar leyes laborales y recortar prestaciones sociales unilateralmente y los que acusan cada día a los sindicatos de tropelías que ellos mismos inventan y promueven.

O no son conscientes del riesgo que implica una crisis social como la que atraviesa España o, mucho peor, piensan que con una mano cuanto más dura mejor, se meterá en vereda a los "radicales y desharrapados". Deben vivir en un mundo aparte y no aprecian que la contestación y la movilización cada vez tiene más protagonismo entre lo que ellos mismos llaman capas medias y mayoría silenciosa.

Que son trabajadores cualificados de la industria, pero también médicos, enfermeras, maestros, profesores de Universidad y empleados de los sectores públicos y privados, los que están moviendo el cotarro y que sin una interlocución sindical sólida para el futuro, el conflicto lejos de resolverse puede enconarse y dispersarse aún más, lo que quizás, partidarios del palo como son, derive en neofascismo y sea lo que desean.

En otros casos, en función del seguimiento de la huelga, se pone en cuestión esta herramienta y se invita a las organizaciones sindicales a buscar otras formas de manifestar la protesta.  Al mismo tiempo que desde otros movimientos sociales y desde sectores del propio sindicalismo y la izquierda se considera moderada la actitud de los grandes sindicatos y se piensa que debía irse más allá.

No cabe duda que con un desempleo que alcanza a un cuarto de la población laboral, con tasas de temporalidad/precariedad en el empleo entre los ocupados de casi un tercio, con un 50% de los trabajadores en empresas de menos de 20 empleados y con servicios mínimos pactados que superan los dos millones de personas, concebir la huelga general como la paralización del país, sería hoy un delirio, tanto para valorar su éxito como para certificar su fracaso.

Y sin embargo hay coincidencia en su éxito en la industria y la construcción, que en transportes sólo se respetaron los servicios mínimos, que fue  muy mayoritaria en los Mercados centrales y en los servicios públicos municipales, que se generalizó en la enseñanza y la sanidad públicas y que tuvo incidencia entre los funcionarios y el sector financiero, singularmente el de Cajas y se destaca en todo caso la ausencia de incidentes.

O lo que es lo mismo que en sectores que agrupan a más de siete millones de trabajadores la huelga fue bastante general. "Sin piquetes agresivos" y sin contar la incidencia en el resto de sectores, más de cinco millones fueron voluntariamente a la huelga. Quien considere esto un fracaso o no sabe de qué habla o está movido por prejuicios.

Es obvio que de la huelga general no se puede abusar, pero tampoco prescindir de ella. Se  equivocan los que piensan que hay que convocarla todos los días, pero también los que consideran, unos y otros de buena fe,  que hay que renunciar a ella, simplemente porque las circunstancias económicas, laborales y, por qué no decirlo, la beligerancia, agresividad y amenazas de muchos empresarios, hace imposible que la secunden todos los trabajadores y trabajadoras.

La huelga general es una herramienta política a utilizar cuando las circunstancias -las políticas- se hacen tan agresivas para la mayoría que requieren una respuesta desde todos los sectores de la población. Es tan política y, desde luego más transparente y democrática, como que una patronal que ha firmado un acuerdo una semana antes con los sindicatos, en lugar de respetar lo pactado, siga presionando bajo cuerda a un Gobierno para que aborde una reforma laboral que rompe todas las previsiones de lo firmado.

De lo que no hay duda alguna, salvo para alguna Delegación del Gobierno como la de Madrid y para los manipuladores de la TDT Party, que ya tienen sus valoraciones pase lo que pase, es de que las manifestaciones de ese día han sido las mayores movilizaciones sociales desde hace años.

Esta es la encrucijada sindical, saber que los cambios del mercado laboral, el crecimiento del paro, el empeoramiento de la situación social y la conciencia de que la agresión no ha terminado, van a seguir requiriendo movilizaciones sociales muy mayoritarias y habrá que seguir combinando inteligentemente las huelgas y conflictos sectoriales que van a continuar, con la presencia pacífica y multitudinaria en las calles y, sólo cuando sea imprescindible, la huelga general.

Una estrategia de máxima unidad con las organizaciones sindicales y profesionales, con otros movimientos sociales, para parar los recortes y la pérdida de derechos laborales y sociales, abierta al diálogo cuando sirva para frenar o dar marcha atrás a las agresiones. Firme cuando ésto no sea posible o se intente encubrir con palabras y ofertas de diálogo sin contenido real, nuevas injusticias y recortes para la mayoría.

Lo sucedido en la Enseñanza o la Sanidad madrileñas, lo que está empezando a extenderse a otros lugares y a otros sectores públicos o privados, muestra que los trabajadores tradicionales no están aislados, que cada vez más sectores trabajadores y de capas medias, están entendiendo que no pueden pararse y que hay que responder a cada agresión en una batalla que va a ser larga, pero en cuyo resultado, que no siempre se verá a corto plazo, nos jugamos el futuro de nuestra sociedad.
 

Andrés Gómez

No hay comentarios:

Publicar un comentario