EL
RESCATE, EL BANCO MALO Y LOS DESHAUCIOS
El Gobierno de Rajoy hace
de la necesidad virtud: si llueve hace bueno para el campo y si no para las
plantas. Tras semanas de deshojar la margarita con la petición o no del rescate
a la UE, a la espera de que pasen todas las elecciones pendientes, y de clamar
contra la prima de riesgo y los intereses de la Deuda, hemos pasado a quitarle
importancia y a los brotes verdes, esta vez en versión Fatima (Virgen del
Rocío) Báñez.
No se sabe muy bien si el
cambio se debe al intento de ganar tiempo a la espera de las elecciones
catalanas o si, por el contrario, temen que la solicitud sea recibida con una
negativa o unas condiciones que, en la práctica equivalgan a ella, por parte de
Alemania.
El hecho es que hemos
pasado de confiar en una prima de riesgo de 200, equivalente a tipos de entre
el 3 y el 3 y medio de tipo de interés, a instalarnos confortablemente entre
los 400 y 450 puntos, entre el 5 y el 6% de interés. Entre bambalinas el
Ministro de Exteriores sugiere que la deuda, la privada se supone, es un
problema tanto para el deudor como para el acreedor y Rajoy dice que podemos
aguantar todavía, aunque ni siquiera el rescate bancario se ha hecho todavía
efectivo, lo que se esperaba una vez aprobado el banco malo.
Con el banco malo el
Gobierno tiene varios problemas. Uno de ellos es su empeño en conseguir
financiación privada para que las ayudas derivadas a él no computen como
déficit público. El problema es que la mayoría de las entidades financieras
sondeadas se resisten a participar en él, tanto porque su situación tampoco es
tan boyante como porque, conscientes de la "necesidad" política del
Ejecutivo, están esperando a la valoración final de los activos, para que, caso
de participar, le salgan lo más baratos y rentables que sea posible.
Pero como todas las
monedas tienen su cara y su cruz, si los activos salen más baratos su impacto
en las entidades afectadas será mayor y deberán recibir más dinero para su
saneamiento, por la diferencia entre el valor contable en que estén
contabilizados, las provisiones que hayan constituido para cubrirlos y el valor
final de su transferencia al banco malo.
El Gobierno está atrapado
entre su compromiso de que ésta solución no tenga ningún coste para los
contribuyentes y una realidad que muestra lo contrario. De ahí las continuas
contradicciones en que han incurrido los responsables del Ministerio de
Economía en sus declaraciones al respecto.
De un lado han establecido
quince años de vida para la entidad, lo que supone que este es el período
previsto para vender los activos; de otro, para animar a los inversores
anuncian que en cinco años el Banco será rentable, pero si esto fuese así no se
explicaría porque su duración es mucho más larga. Además, hablan de
rentabilidades de la inversión de hasta el 15% anual a partir del tercer año,
lo que no se corresponde ni con las expectativas de los inversores, ni con las
circunstancias del mercado, ni con el valor de algunos activos, tanto de suelo
como de malas construcciones, que entrarán en el paquete.
La realidad de una
solución que, inevitablemente, va a costar dinero a los contribuyentes, y que
trata de activos que son viviendas, convive con otra realidad lacerante que es
la creciente ola de desahucios que ya afecta a miles y miles de familias que se
ven en la calle y a miles y miles de jóvenes que ya han renunciado a vivir
fuera de la vivienda familiar.
Más allá de la tragedia de
los suicidios que, pese a que nos la haga más evidente,
responde a conflictos y decisiones individuales, el problema y la contradicción
es mucho mayor si consideramos los millones de viviendas vacías y los
centenares de miles de personas que malviven sin ninguna, en muchos casos con
trabajos e ingresos, pero que no les permiten responder de sus hipotecas o
acceder a un techo.
Resolver el problema de
las hipotecas es una parte, pero en muchos casos, resuelto el embargo viene la
segunda parte, que es quedarse sin sitio donde vivir.
El banco malo acumulará
centenares de miles de viviendas, no todas
vendibles, aunque podrían solucionar miles de problemas de gente sin
vivienda. Disponer cincuenta mil para alquiler, a un coste medio de ochenta mil
euros, supondrían cuatro mil millones, menos del 10% de las ayudas a la banca,
y alquiladas a un precio medio de 425 euros, supondrían un ingreso anual para
la entidad de doscientos cincuenta y cinco millones anuales, más de doscientos
si se excluyen los gastos de gestión y mantenimiento.
Como sí va a haber coste
para los contribuyentes, por lo menos que una parte sea útil socialmente. Sólo
el dogmatismo y los prejuicios ideológicos del PP puede negar algo tan
evidente.
Rescate y banco malo
tendrán novedades en los próximos meses. Al menos esperemos que una parte de
los desahucios también.
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