viernes, 26 de octubre de 2012


LAS ULTIMAS ELECCIONES

Y EL FUTURO DEL PSOE

Los resultados de las elecciones gallegas y vascas ponen en evidencia lo que vienen vaticinando las encuestas: sin el PSOE no hay alternativa a la derecha gobernante, y con el PSOE tampoco.

No es una situación irreversible, pero en la medida en que no se corrija el rumbo podría, a pesar del desgaste acelerado del PP, prefigurar un amplio período de hegemonía institucional conservadora, conviviendo con la crisis y la contestación social en un coctel corrosivo que seguiría desgastando la democracia en la actual situación española.

Los datos son tozudos. En Galicia el PP pierde 107 mil votos con relación a las anteriores elecciones autonómicas y 211 mil con relación a las últimas generales, pero el PSOE pierde 189 mil y 158 mil respectivamente. En el País Vasco el PP desciende 15 mil y 80 mil votos respectivamente, en tanto el PSOE baja 104 mil y 42 mil.

La comparación con las Generales no es homogénea, aunque sí significativa, porque marca el nivel más bajo, hasta ahora, del voto socialista en la democracia y los nuevos datos muestran que la sangría del voto socialista no se ha frenado, al contrario continúa.

El incremento de la abstención y del voto blanco y nulo en las elecciones gallegas conjuntamente, sobre las autonómicas anteriores, alcanza casi 180 mil votos y la nueva formación de Beiras y Esquerda Unida ha obtenido 184 mil más que EU en 2009. En el País Vasco el PNV mantiene su apoyo popular y Bildu obtiene 85 mil votos más que la suma de Aralar, Eusko Alkartasuna y el voto nulo, que HB recomendaba, en 2009.

Estos números confirman que la indignación, en términos electorales, repartida entre la abstención, el voto blanco, nulo y a otras formaciones políticas, golpea con mayor fuerza al Partido Socialista y se desplaza muy mayoritariamente hacia la izquierda.

Ante esta realidad el PSOE haría mal tanto si se enroca en no cambiar, como si se centra en una batalla interna sin contenidos, acuciada exclusivamente por la preocupación de intereses particulares o territoriales. Los apoyos perdidos y que se quieren recuperar y el conjunto de los ciudadanos no lo entenderían.

Hace falta un cambio real, profundo, de discurso y de política, que conecte con las preocupaciones de los ciudadanos que tienen que ver con una salida más justa e igualitaria de la crisis; con un reforzamiento de la democracia y con una salida estable al problema territorial y al encaje, sobre todo de Cataluña y el País Vasco, en España.

Hace falta también un cambio de caras y de las formas de hacer política desde el Partido, más abiertas y menos oligárquicas, que recupere la credibilidad perdida y dé carne al nuevo discurso.

Hace falta, finalmente, un cambio de estrategia que, desde la autonomía del partido, apueste por liderar una alternativa, con la unidad de la izquierda, sin la que será imposible derrotar a la derecha y dar cauce político real a la creciente movilización social.

A la actual Dirección del Partido Socialista le corresponde encabezar un proceso como éste. Con generosidad e inteligencia para agrupar lo mejor que tenga el PSOE y atraer nuevos apoyos. Un proceso que debe ser de cambio real y no de cambiar algo para que no cambie nada.

Es quien mejor puede garantizar la unidad del partido, la participación de todas las organizaciones territoriales, para hacerlo sin la que el riesgo de una guerra de guerrillas que mantenga la sangría interna y externa resulte inevitable, con las consecuencias que tendría para la recuperación de la izquierda, su capacidad de gobernar en el futuro y la democracia en España, dada la deriva de gobierno de la crisis que lleva el PP.

Es posible y hay tiempo porque, después de las elecciones catalanas, vendrá un período hasta las europeas suficiente para desarrollar el proceso. Sin embargo, el tiempo no es ilimitado, porque si no se hace en ese plazo, las consecuencias serán aún más graves. La decisión de Rubalcaba para ir en esa u otra dirección será fundamental. Esa es su responsabilidad: propiciar el cambio necesario para el futuro del Partido Socialista y la izquierda española o no hacerlo, y esperar a que escampe mientras la inundación sigue creciendo. La opción no  debería suscitar ninguna duda.

 

Andrés Gómez

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