viernes, 2 de marzo de 2012


“VIVA LAS VEGAS”

Quince mil millones de euros en inversión, trescientos mil empleos, siete millones más de turistas, doscientas mil plazas hoteleras. ¿Quién da más? Entre subasta y casino, como no podía ser de otra forma, el proyecto Eurovegas encandila la imaginación no sólo de los más incautos, sino también de los más pillos.

El proyecto de la gran ciudad “europea” del juego, el ocio y la diversión, presentado por el magnate del juego Sheldon Adelson ha movilizado a la derecha nacional –española y catalana- en una nueva pugna para su ubicación en Barcelona o Madrid, como si de otro enfrentamiento merengue – culé se tratase, para ver quien elogia más el proyecto y menos barbaridades escatima.

Lo números que se barajan marearían, si no fuese porque se repiten como mantras, sin que exista ninguna evidencia ni planteamiento concreto de que se vayan a cumplir, más allá de las palabras y exigencias de su promotor. La crisis y el paro es lo que tienen: hay tanto miedo y gente desesperada, que se vuelve a creer en milagros.

Lo cierto es que es un proyecto que, más allá de consideraciones morales, no responde a ninguna racionalidad ni política ni económica. Como consecuencia de las sucesivas crisis que han repercutido en EE.UU, desde el año 2.000, la actividad de Las Vegas se ha resentido, el negocio del juego ha caído, el turismo a la ciudad ha decrecido casi un 50 % y el negocio inmobiliario se ha hundido. Por ello Adelson  decidió diversificar, comprando casinos y hoteles en Macao.

Las Vegas no recupera, Macao ha crecido mucho, pero las autoridades chinas no parecen interesadas en un mayor crecimiento de estas actividades, que fortalecen a las triadas. Así Adelson ha decidido probar fortuna en Europa, en un lugar donde el control sea más liviano, la crisis lo haya convertido en país muy necesitado y por tanto proclive a aceptar la conversión de una parte de su territorio en una maquila –zona libre de leyes e impuestos- del ocio y la diversión.

En lo que se refiere a la racionalidad económica y el interés general, las cifras barajadas son el cuento de la lechera, porque lo que se desprende de informaciones aparecidas en la prensa es que la inversión inicial sería de tres mil millones para  construcción de un casino e instalaciones hosteleras correspondientes, desarrollándose el resto del proyecto en quince años mediante reinversión de beneficios.

¿De donde salen, en una situación de crisis como la actual, los siete millones de turistas, dispuestos a dejarse “la pasta” en este tipo de ocio?  ¿Se generarán en quince años beneficios para abordar una inversión de quince mil millones? ¿Son ciertas las cifras de empleo y corresponden a la construcción o a la actividad posterior? Es evidente que estas cifras son una mezcla de mentiras y deseos.

Complementariamente el caballero exige para abordar la inversión inicial, disposición de suelo gratuito o a coste mínimo, no sujeción a leyes laborales ordinarias para los trabajadores de esas actividades, exención de todos  los impuestos y legalización de la prostitución, entre otras condiciones, que responden por si solas a la razones de interés político, que son justamente las contrarias al proyecto.

Tenemos aún frescos los fracasos de la mayoría de Parques Temáticos, que han costado a las arcas públicas centenares y centenares de millones de euros. En la Comunidad de Madrid hace apenas tres meses se interrumpió el servicio de tren al Parque Warner por falta de viajeros, un ferrocarril financiado íntegramente con dinero público y hecho ex profeso para esa instalación, que recibió además cuantiosas subvenciones durante años, para su inversión inicial y su mantenimiento.

Por eso llama la atención la vehemencia con que apuestan la Presidenta Aguirre en Madrid o el Conseller Más Colell en Cataluña. Lejos de proponer un cambio estratégico para una economía más productiva, investigación, apoyo a sectores, trabajadores y profesionales que todavía sostienen la economía española, una vez más, la derecha señala al cielo del que caerá el maná.

Acostumbrados los unos a que el concepto de empresa se corresponda con el volumen de comisiones o diferencias de precios a intermediar, y los otros a actividades hiper protegidas de la competencia exterior, que ya no son posibles desde hace muchos años, están dispuestos a hinchar una nueva burbuja que o no arrancará o en pocos años será otra burbuja pinchada. Pero en ese camino, de nuevo, muchos saldrían perjudicados y unos pocos habrían hecho negocio. Y el que venga detrás que arree.


Andrés Gómez Sánchez
1 de marzo de 2012

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