“VIVA
LAS VEGAS”
Quince mil millones de
euros en inversión, trescientos mil empleos, siete millones más de turistas,
doscientas mil plazas hoteleras. ¿Quién da más? Entre subasta y casino, como no
podía ser de otra forma, el proyecto Eurovegas encandila la imaginación no sólo
de los más incautos, sino también de los más pillos.
El proyecto de la gran
ciudad “europea” del juego, el ocio y la diversión, presentado por el magnate
del juego Sheldon Adelson ha movilizado a la derecha nacional –española y
catalana- en una nueva pugna para su ubicación en Barcelona o Madrid, como si
de otro enfrentamiento merengue – culé se tratase, para ver quien elogia más el
proyecto y menos barbaridades escatima.
Lo números que se barajan
marearían, si no fuese porque se repiten como mantras, sin que exista ninguna
evidencia ni planteamiento concreto de que se vayan a cumplir, más allá de las
palabras y exigencias de su promotor. La crisis y el paro es lo que tienen: hay
tanto miedo y gente desesperada, que se vuelve a creer en milagros.
Lo cierto es que es un
proyecto que, más allá de consideraciones morales, no responde a ninguna
racionalidad ni política ni económica. Como consecuencia de las sucesivas
crisis que han repercutido en EE.UU, desde el año 2.000, la actividad de Las
Vegas se ha resentido, el negocio del juego ha caído, el turismo a la ciudad ha
decrecido casi un 50 % y el negocio inmobiliario se ha hundido. Por ello
Adelson decidió diversificar, comprando
casinos y hoteles en Macao.
Las Vegas no recupera,
Macao ha crecido mucho, pero las autoridades chinas no parecen interesadas en
un mayor crecimiento de estas actividades, que fortalecen a las triadas. Así
Adelson ha decidido probar fortuna en Europa, en un lugar donde el control sea
más liviano, la crisis lo haya convertido en país muy necesitado y por tanto proclive
a aceptar la conversión de una parte de su territorio en una maquila –zona
libre de leyes e impuestos- del ocio y la diversión.
En lo que se refiere a la
racionalidad económica y el interés general, las cifras barajadas son el cuento
de la lechera, porque lo que se desprende de informaciones aparecidas en la
prensa es que la inversión inicial sería de tres mil millones para construcción de un casino e instalaciones
hosteleras correspondientes, desarrollándose el resto del proyecto en quince
años mediante reinversión de beneficios.
¿De donde salen, en una
situación de crisis como la actual, los siete millones de turistas, dispuestos
a dejarse “la pasta” en este tipo de ocio? ¿Se generarán en quince años beneficios para
abordar una inversión de quince mil millones? ¿Son ciertas las cifras de empleo
y corresponden a la construcción o a la actividad posterior? Es evidente que
estas cifras son una mezcla de mentiras y deseos.
Complementariamente el
caballero exige para abordar la inversión inicial, disposición de suelo
gratuito o a coste mínimo, no sujeción a leyes laborales ordinarias para los
trabajadores de esas actividades, exención de todos los impuestos y legalización de la
prostitución, entre otras condiciones, que responden por si solas a la razones
de interés político, que son justamente las contrarias al proyecto.
Tenemos aún frescos los
fracasos de la mayoría de Parques Temáticos, que han costado a las arcas
públicas centenares y centenares de millones de euros. En la Comunidad de Madrid
hace apenas tres meses se interrumpió el servicio de tren al Parque Warner por
falta de viajeros, un ferrocarril financiado íntegramente con dinero público y
hecho ex profeso para esa instalación, que recibió además cuantiosas
subvenciones durante años, para su inversión inicial y su mantenimiento.
Por eso llama la atención
la vehemencia con que apuestan la Presidenta Aguirre en Madrid o el Conseller
Más Colell en Cataluña. Lejos de proponer un cambio estratégico para una
economía más productiva, investigación, apoyo a sectores, trabajadores y
profesionales que todavía sostienen la economía española, una vez más, la
derecha señala al cielo del que caerá el maná.
Acostumbrados los unos a que
el concepto de empresa se corresponda con el volumen de comisiones o diferencias
de precios a intermediar, y los otros a actividades hiper protegidas de la competencia
exterior, que ya no son posibles desde hace muchos años, están dispuestos a hinchar
una nueva burbuja que o no arrancará o en pocos años será otra burbuja pinchada.
Pero en ese camino, de nuevo, muchos saldrían perjudicados y unos pocos habrían
hecho negocio. Y el que venga detrás que arree.
Andrés
Gómez Sánchez
1 de marzo de 2012
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