viernes, 18 de mayo de 2012


EL PROBLEMA SALARIAL EN ESPAÑA

Procuraré no abusar de los datos para no aburrir a los lectores. Pero, inevitablemente, algunos son importantes para entender lo sucedido.

De 2007 a 2011 el PIB español ha caído algo más de 2 puntos. En el mismo período el empleo cayó casi 10. Tomando los mismos años la participación de los salarios en la renta nacional bajó algo más de tres puntos, la misma proporción que crecieron los excedentes empresariales, y la productividad global del sistema mejoró un 6 %.

Según Eurostat, en 2011 el coste laboral hora de la zona euro, era un 34% superior al español, más del 60% en Francia, del 45% en Alemania y del 30% en Italia.

Estos primero datos nos muestran quienes, vía empleo y/o salarios, están soportando el mayor peso de la crisis, y que los salarios, al menos todos los salarios, no aparecen como el problema fundamental de la economía española.

Recientemente "El País de los negocios" daba a conocer las retribuciones de los administradores y ejecutivos de las grandes empresas del Ibex, que no sólo son escandalosos, sino que añaden información al verdadero problema salarial. Datos que se producen en 2011, cuando el boom económico se ha olvidado y el cuarto año de crisis se presenta con su mayor crudeza.

Una media para los ejecutivos mejor pagados cercana a 4 millones de euros anuales, con algunos superando 10 millones. Retribuciones medias también para altos directivos cercanas 800 mil euros y a 600 mil para los consejeros. Cantidades que multiplican por 100 o por 200 los sueldos de los empleados de esas empresas y por mucho más los de la mayoría de los trabajadores. Además, cuando la reforma laboral reduce las indemnizaciones por despido, en estos casos se mantienen los blindajes e indemnizaciones millonarias.

Es el colectivo reducido de los más grandes, pero el efecto emulación habrá llevado, más que probablemente, a que en los siguientes escalones de empresas exista correlación con estas cantidades.

Decía el profesor Galbraith que en las estructuras burocráticas, mayores en ocasiones en las corporaciones privadas que en el sector público, los generales quieren tener cuantos más coroneles, comandantes o capitanes mejor. Esto quiere decir que esa situación se proyecta en cadena, lógicamente con cantidades menores, a niveles inferiores, a los que se ha pedido a veces más fidelidad que profesionalidad.

Volviendo a los datos. La comparación entre los incrementos salariales pactados en convenios colectivos, según el registro del Ministerio de Empleo y el  índice de Coste Laboral Armonizado, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, añade información.

Entre 2001 y 2007 el incremento medio anual pactado en convenio fue cuatro décimas inferior al de los salarios medios nominales y de 2008 a 2011, en la crisis, 3 décimas también inferior.

En primer lugar hay que señalar que, según los datos del  ministerio, sólo el 70% de los asalariados están cubiertos por convenios colectivos, una proporción que desciende en 2010 y 2011, como consecuencia de la crisis.

Ambos datos incluyen todos los conceptos salariales, lo que significa que los salarios han crecido en el período 4 puntos más de lo pactado en negociación colectiva. Como en las categoría más bajas, que ocupan a la mayoría de los asalariados, el incremento se atiene, en general, a lo pactado en convenios y, como además, casi un tercio, con los salarios más bajos, no está cubierto por la negociación, esos cuatro puntos se distribuyen entre una parte minoritaria de los asalariados en la que el impacto y la diferencia real es mucho mayor.

En los últimos veinte años, a pesar de los avances de la negociación colectiva, muchos empresarios y directivos -singularmente en las mayores empresas- han considerado los convenios un mal menor, y en la práctica, han procurado excluir de su aplicación cada vez a más trabajadores y más conceptos retributivos, con el resultado de incrementar los costes de las empresas.

Era una mezcla de compra de fidelidad absoluta a la empresa y  defensa corporativa de las propias ganancias, ya que sueldos más altos de la parte alta de los subordinados, justificaban otros mucho más altos para sus ejecutivos. Esa situación se acentuaba en aquellas grandes organizaciones, en que la connivencia de consejos y directivos, les permitía fijar sus propias retribuciones, al margen de la mayoría de sus propios accionistas o, en el caso de las Cajas de Ahorro, de sus impositores. En la mayoría de los casos estas retribuciones se vestían como pagos extraordinarios por resultados, aunque no se conoce ningún caso de devolución por resultados negativos posteriores y sí bastantes de enmascaramiento de cifras un año para llegar a los objetivos fijados para cobrar los bonos.

La crisis no ha modificado la tendencia. Se ha descargado la mayor parte del coste en la fuerza de trabajo, vía destrucción de empleo, se ha presionado para contener la negociación colectiva, se ha comenzado a recortar retribuciones extra y bonos en las líneas medias, se ha hecho una contrarreforma laboral ad hoc, pero apenas se han resentido las retribuciones más altas.

¿Por qué entonces la obsesión de la derecha política y empresarial con la negociación colectiva y los sindicatos?. Como hemos visto no responde a ninguna racionalidad económica y si al ejercicio del poder.

La crisis ha trastocado un modelo en el que, con vacas gordas, se podían mantener estos privilegios, a cambio de convenios colectivos decentes. Ahora a la resistencia lógica a perder salario y condiciones de trabajo por la mayoría de los trabajadores, se añade el agravio de mantener, y a veces ampliar, retribuciones escandalosas para unos pocos, con comportamientos nada morales.

En esta situación los sindicatos pasan de ser interlocutores a testigos incómodos, porque ineludiblemente reaccionan ante ella.

El problema salarial en España es este. Que no está tan claro que, con carácter general, esté en los costes de la mayoría, y que, con privilegios cada vez más difíciles de esconder, es difícil que la mayoría acepte sin protestar ser la única que pague.



Andrés Gómez

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