EL
PROBLEMA SALARIAL EN ESPAÑA
Procuraré no abusar de los
datos para no aburrir a los lectores. Pero, inevitablemente, algunos son
importantes para entender lo sucedido.
De 2007 a 2011 el PIB
español ha caído algo más de 2 puntos. En el mismo período el empleo cayó casi
10. Tomando los mismos años la participación de los salarios en la renta
nacional bajó algo más de tres puntos, la misma proporción que crecieron los
excedentes empresariales, y la productividad global del sistema mejoró un 6 %.
Según Eurostat, en 2011 el
coste laboral hora de la zona euro, era un 34% superior al español, más del 60%
en Francia, del 45% en Alemania y del 30% en Italia.
Estos primero datos nos
muestran quienes, vía empleo y/o salarios, están soportando el mayor peso de la
crisis, y que los salarios, al menos todos los salarios, no aparecen como el
problema fundamental de la economía española.
Recientemente "El
País de los negocios" daba a conocer las retribuciones de los
administradores y ejecutivos de las grandes empresas del Ibex, que no sólo son
escandalosos, sino que añaden información al verdadero problema salarial. Datos
que se producen en 2011, cuando el boom económico se ha olvidado y el cuarto
año de crisis se presenta con su mayor crudeza.
Una media para los ejecutivos
mejor pagados cercana a 4 millones de euros anuales, con algunos superando 10
millones. Retribuciones medias también para altos directivos cercanas 800 mil
euros y a 600 mil para los consejeros. Cantidades que multiplican por 100 o por
200 los sueldos de los empleados de esas empresas y por mucho más los de la
mayoría de los trabajadores. Además, cuando la reforma laboral reduce las
indemnizaciones por despido, en estos casos se mantienen los blindajes e
indemnizaciones millonarias.
Es el colectivo reducido
de los más grandes, pero el efecto emulación habrá llevado, más que
probablemente, a que en los siguientes escalones de empresas exista correlación
con estas cantidades.
Decía el profesor
Galbraith que en las estructuras burocráticas, mayores en ocasiones en las
corporaciones privadas que en el sector público, los generales quieren tener
cuantos más coroneles, comandantes o capitanes mejor. Esto quiere decir que esa
situación se proyecta en cadena, lógicamente con cantidades menores, a niveles
inferiores, a los que se ha pedido a veces más fidelidad que profesionalidad.
Volviendo a los datos. La
comparación entre los incrementos salariales pactados en convenios colectivos,
según el registro del Ministerio de Empleo y el índice de Coste Laboral Armonizado,
elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, añade información.
Entre 2001 y 2007 el
incremento medio anual pactado en convenio fue cuatro décimas inferior al de
los salarios medios nominales y de 2008 a 2011, en la crisis, 3 décimas también
inferior.
En primer lugar hay que
señalar que, según los datos del
ministerio, sólo el 70% de los asalariados están cubiertos por convenios
colectivos, una proporción que desciende en 2010 y 2011, como consecuencia de
la crisis.
Ambos datos incluyen todos
los conceptos salariales, lo que significa que los salarios han crecido en el
período 4 puntos más de lo pactado en negociación colectiva. Como en las
categoría más bajas, que ocupan a la mayoría de los asalariados, el incremento
se atiene, en general, a lo pactado en convenios y, como además, casi un
tercio, con los salarios más bajos, no está cubierto por la negociación, esos
cuatro puntos se distribuyen entre una parte minoritaria de los asalariados en
la que el impacto y la diferencia real es mucho mayor.
En los últimos veinte
años, a pesar de los avances de la negociación colectiva, muchos empresarios y
directivos -singularmente en las mayores empresas- han considerado los
convenios un mal menor, y en la práctica, han procurado excluir de su
aplicación cada vez a más trabajadores y más conceptos retributivos, con el
resultado de incrementar los costes de las empresas.
Era una mezcla de compra
de fidelidad absoluta a la empresa y
defensa corporativa de las propias ganancias, ya que sueldos más altos
de la parte alta de los subordinados, justificaban otros mucho más altos para sus
ejecutivos. Esa situación se acentuaba en aquellas grandes organizaciones, en
que la connivencia de consejos y directivos, les permitía fijar sus propias
retribuciones, al margen de la mayoría de sus propios accionistas o, en el caso
de las Cajas de Ahorro, de sus impositores. En la mayoría de los casos estas
retribuciones se vestían como pagos extraordinarios por resultados, aunque no
se conoce ningún caso de devolución por resultados negativos posteriores y sí
bastantes de enmascaramiento de cifras un año para llegar a los objetivos
fijados para cobrar los bonos.
La crisis no ha modificado
la tendencia. Se ha descargado la mayor parte del coste en la fuerza de
trabajo, vía destrucción de empleo, se ha presionado para contener la
negociación colectiva, se ha comenzado a recortar retribuciones extra y bonos
en las líneas medias, se ha hecho una contrarreforma laboral ad hoc, pero
apenas se han resentido las retribuciones más altas.
¿Por qué entonces la
obsesión de la derecha política y empresarial con la negociación colectiva y los
sindicatos?. Como hemos visto no responde a ninguna racionalidad económica y si
al ejercicio del poder.
La crisis ha trastocado un
modelo en el que, con vacas gordas, se podían mantener estos privilegios, a
cambio de convenios colectivos decentes. Ahora a la resistencia lógica a perder
salario y condiciones de trabajo por la mayoría de los trabajadores, se añade
el agravio de mantener, y a veces ampliar, retribuciones escandalosas para unos
pocos, con comportamientos nada morales.
En esta situación los
sindicatos pasan de ser interlocutores a testigos incómodos, porque
ineludiblemente reaccionan ante ella.
El problema salarial en
España es este. Que no está tan claro que, con carácter general, esté en los
costes de la mayoría, y que, con privilegios cada vez más difíciles de
esconder, es difícil que la mayoría acepte sin protestar ser la única que
pague.
Andrés
Gómez
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