lunes, 9 de julio de 2012


EL CÓDICE CALIXTINO

¡Qué gran película hubiese hecho Luis García Berlanga con el robo del códice de la catedral de Santiago! ¡Qué continuación de la Escopeta o Patrimonio Nacional (nunca mejor dicho)!.

Ningún afamado ladrón de guante blanco, ningún grupo internacional de ladrones de obras de arte, ninguna mafia. Fue el electricista de la Catedral. La pareja de esperpento que habrían hecho el electricista y el obispo, el diálogo de ambos en el momento del despido, habría pasado a la antología de la comedia negra. Como el discurso del alcalde de "Bienvenido Mr. Marshall", la pareja de la guardia civil buscando al "Verdugo" o la cena de Navidad del pobre "Plácido".

Pero no ha sido cine, ha sido real. La detención del ladrón y la afortunada recuperación de la obra han puesto en evidencia la inseguridad en la conservación y la facilidad del expolio de obras de arte, de patrimonio histórico, propiedad de la Iglesia Católica.

La investigación ha dado a conocer que el electricista en cuestión disponía de un millón doscientos mil euros, trescientos mil dólares y el añadido final de una maleta con otros seiscientos mil euros, aparte de algunas propiedades adquiridas pendientes de investigar.

Las explicaciones son de traca. Desde el despecho del ladrón por su despido, hasta el robo de los cepillos de la catedral, limosnas y donaciones. Más de dos millones de euros hasta ahora localizados son muchas limosnas.

Escarbando un poco, la realidad muestra que este buen señor, sólo o en compañía, llevaba años robando y vendiendo objetos de la Catedral y que el futuro del códice, si no se le hubiese localizado afortunadamente a tiempo, habría sido el mismo.

La pregunta es cómo ha podido suceder esto durante años sin que nadie se haya enterado. No sólo qué seguridad (inseguridad) había sino también qué falta de control ha permitido este expolio sin ni siquiera enterarse. Y más importante, si esto ha sucedido en la emblemática Catedral de Santiago, en la mayor joya de la Corona, qué no estará sucediendo en otros casos. Sé que no se puede generalizar, pero tampoco caer en la ingenuidad de pensar en este caso como aislado.

Durante el franquismo la Iglesia y algunas autoridades locales vendieron patrimonio histórico a precios de saldo de forma masiva. Nadie decía nada y así claustros, pórticos, castillos, pinturas, esculturas o libros, salieron de España y hoy se pueden visitar en Estados Unidos u otros países. El caso del claustro románico palentino encontrado recientemente en una finca privada de Girona ejemplifica esa situación.

A la vuelta de la democracia nuevas leyes protegieron este patrimonio y se han cumplido razonablemente en los casos del patrimonio público. No fue así en el caso de la Iglesia.

Las memorias del ladrón internacional Erik el Belga, que todavía vive en la Costa del Sol, son ilustrativas al respecto. Cuando huyó, en 1975, de la cárcel alemana en que estaba, se refugió en España. Juzgado y absuelto en 1982, continuó su lucrativa actividad durante casi dos decenios. Confiesa en ellas no sólo lo fácil que resultaba robar en muchas iglesias españolas, sino también cómo muchas de sus actividades de tráfico las hacía legalmente, de acuerdo con obispos y párrocos.

El caso del Códice y la Catedral de Santiago desgraciadamente nos recuerda que el problema sigue vigente. Y no deja de ser indignante que en un momento de crisis profunda, cuando se están exigiendo esfuerzos sin freno a los ciudadanos, cuando se enaltecen las privatizaciones como forma de hacer dinero para reducir la deuda, nos enfrentemos a casos como éste de expolio y lenidad en la custodia de lo que es patrimonio de todos los españoles.

Descrito el panorama, la pregunta del millón es: ¿Y qué pinta Rajoy en la devolución del Códice a la Catedral, en lugar de dedicarse a gobernar y a dar la cara por sus decisiones políticas?. Porque en este caso, lo más sensato habría sido decidir que el Códice se depositase en un museo público seguro.



Andrés Gómez


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