sábado, 21 de julio de 2012


¿IRRESPONSABLES O EMBUSTEROS?

En su reciente artículo en el diario "El País", titulado "Ay qué pena, hacen lo que no les gusta", Xavier Vidal Folch, identifica como "carencia de criterio, manifestación de disgusto, reconocimiento de impotencia y fe utilitaria" los cuatro componentes fundamentales del discurso de Rajoy y el Gobierno.
Se refiere a que, a pesar de su programa electoral, ahora reconocen los condicionantes de la situación que antes negaban, a que su referencia permanente a que no hay otro remedio es la negación de la política, a que, conscientes del daño de sus decisiones, las adornan con hipócritas expresiones de disgusto por tener que tomarlas, para pasar a un final que no se basa en ninguna construcción racional, es decir es una expresión de fe, en que somos un gran país y saldremos de ésta. Tiene razón.

Pero se puede ir más allá de estos elementos, que como los mandamientos se resumen en dos: irresponsabilidad y cinismo manifiestos.

Al inicio de su llegada al Gobierno, Rajoy, en su discurso de investidura, hacía un planteamiento que, aunque poco claro, nada tenía que ver con lo hecho posteriormente. A partir de ahí, la narración de las dificultades se comenzó a imputar íntegramente al Gobierno anterior y, en la medida en que las dificultades aumentaban, las imputaciones se hicieron más agresivas.

Poco importaba que la totalidad de la desviación del déficit se concentrase en las Comunidades Autónomas, mayoritariamente gobernadas por el PP. La culpa la tenía Zapatero y los facinerosos presidentes socialistas que habían "guardado facturas en los cajones". Nada se decía de la Comunidad Valenciana y se ponía como ejemplo a Esperanza Aguirre, que después mostró ser la mayor ocultadora de facturas y que, en un mes, añadió, casi mil quinientos millones de euros al déficit de la CM en 2011.
Después de sus más que discutibles decisiones sobre el sector financiero, con la desconfianza creciente de los mercados, la subida exponencial de la prima de riesgo incrementó los tipos de interés de las emisiones de deuda y con ellos las previsiones de costes financieros del Estado.

A partir de ahí, el argumento se dividió y a la culpa de Zapatero se unió la "compleja situación internacional" y la falta de Europa. Cualquier cosa con tal de  no reconocer la propia responsabilidad.
Es difícil creer que un partido con las relaciones internacionales y el poder autonómico y municipal que tenía el PP antes de las elecciones generales, ignorase la complejidad de la situación europea o las cuentas reales de las entidades autonómicas o locales que gobernaba mayoritariamente. Si lo conocían son mentirosos y si no bastante lerdos. Por eso su referencia continua a la herencia recibida suena cada vez más excusas de mal pagador.

No puede negar su responsabilidad en la situación de Bankia, que ha sido el detonante del endurecimiento de la actual situación financiera. Como tampoco los errores de Rajoy alardeando de sus "presiones y éxitos" en la UE, o las continuas idas y venidas de mensajes contradictorios, o la ocultación al Parlamento de información que se daba a los inversores extranjeros o a las embajadas de otros países. Por no hablar de la negación permanente de un rescate y unas condiciones de la UE que se cumplen religiosamente y la defensa de la bondad de una política, cuyos resultados se aplazan "ad calendas grecas".
La última la brillante idea, la del Ministro Montoro diciendo en sede parlamentaria que "no había dinero ni para pagar a los funcionarios", aparte de no ser exacta, tiene consecuencias. ¿A alguien le extraña que después de semejante perla, se dispare la prima de riesgo?.

Pero todo forma parte de lo mismo. De una interpretación sectaria de la política, incapaz de reconocer errores y que busca siempre la explicación en culpar sistemáticamente a otros. De la parte de responsabilidad del Gobierno anterior y de los efectos devastadores de la crisis y la falta de actuación coherente de la UE, mucha gente está al cabo de la calle. Y lo estaba antes de diciembre de 2011. Pero el PP vendió entonces que sólo con su victoria electoral se recuperaría la confianza.
Al contrario, la continuación del embuste como norma y la negación de cualquier responsabilidad de sus decisiones en el agravamiento de la situación, ha llevado a una sensación de irresponsabilidad, dentro y fuera de España, que ha disparado la desconfianza.

Las manifestaciones de disgusto por las medidas adoptadas, el recurso a que no hay otro remedio o las manifestaciones de fe ciega en el futuro no parecen convencer a nadie. Ni a los damnificados por unas medidas que lo manifiestan con claridad en la calle, ni a unos mercados que desconfían de la efectividad de esas medidas.
Ni la irresponsabilidad ni el embuste servirán para solucionar el embrollo en que nos están metiendo. Y lo peor es que no dan síntomas de querer corregir su actitud.

              SALUDOS A TODOS LOS LECTORES             
                     VOLVERÉ EN SEPTIEMBRE



Andres Gómez


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