lunes, 25 de junio de 2012


A VUELTAS CON EL ACUERDO NACIONAL CONTRA LA CRISIS

Arrecia la presión de algunos medios sobre la necesidad de un acuerdo nacional contra la crisis en España. El diario El País y el digital El Confidencial se distinguen por su contumacia en la defensa de un gran consenso de los grandes partidos para garantizar la credibilidad de Europa y los mercados.

El argumento más esgrimido se centra en que la participación de los socialistas en un acuerdo como éste será la prueba de que son un partido de gobierno y dará tranquilidad a Europa y los mercados. El argumento olvida que el PSOE ha gobernado casi 22 de los 35 años transcurridos desde las primeras elecciones de esta etapa democrática. Su problema no es acreditar su capacidad para gobernar, que ya lo ha hecho, sino demostrar que puede hacer una oposición útil para la ciudadanía que le apoya, sin la cual difícilmente recuperará el Gobierno.

Olvida también que los socialistas franceses han ganado las últimas elecciones en su país haciendo una oposición que les ha llevado hasta declarar solemnemente que podrían no apoyar el Pacto de Estabilidad si no se combinaba con crecimiento. Con esta posición no sólo han ganado la presidencia, el Gobierno y la mayoría del poder legislativo, sino que, como consecuencia de ello, se han convertido en el  principal factor de dinamización y cambio en la UE.

Más explícito, Juan Luis Cebrián en un artículo publicado por El País el domingo 17 daba las que, según su criterio, son las razones de fondo: Las condiciones del rescate serán de envergadura y a la subida del IVA se añadirán bajadas de pensiones y de la protección por desempleo, de forma que sólo la incorporación del PSOE a este acuerdo podrá evitar que la calle arda este otoño.

Se equivoca. Si las medidas exigidas llegan a la dureza que vaticina, la movilización se producirá con o sin el PSOE. Y en la medida en que los recortes realizados hasta ahora afectan con especial dureza a la base social de la izquierda, de la que los socialistas obtienen la mayoría de sus apoyos, un acuerdo con el PP, cuyas consecuencias sean nuevos recortes para los trabajadores, las capas medias, los pensionistas y los parados, sólo tendrían el efecto de una nueva y masiva pérdida de sus apoyos que las encuestas, aunque sea en forma de estancamiento, ya señalan.

El problema es que esta propuesta es hambre para mañana, sin ni siquiera pan para hoy. La mayor parte del apoyo perdido por el PSOE y una parte importante del que aún mantiene difícilmente entiende que por la mañana, en la sesión de control del Gobierno, la portavoz socialista haga oposición seria y contundente, y por la tarde se vote, sin cambios, el Plan de Estabilidad; y mucho menos entendería que, se vista como se vista, se entrase en una dinámica generalizada de apoyo a medidas de ajuste sin más, que es lo que el Acuerdo supondría.

De ser así la centrifugación de voto socialista hacia IU, UPyD o, en mayor medida, hacia la abstención o el voto de castigo testimonial, crecería exponencialmente y eso sí que sería desestabilizador en Europa y los mercados, porque implicaría que la única alternativa al PP sería un PP con muchos menos votos, o lo que es lo mismo, un severo desgaste de la democracia.

La única manera sensata de construir un verdadero acuerdo nacional, con la participación de los agentes sociales, sería con un cambio profundo de la política aplicada hasta ahora. Es decir, con la consolidación de una estrategia de crecimiento y una aceleración, en términos concretos, de la construcción política europea y cambios también en la política nacional, hacia una estrategia más productiva, más enfocada hacia la creación de empleo y con un giro para mejorar el deterioro creciente de la distribución de la riqueza, lo que implicaría reconsideración de políticas laborales, compromiso de mantener y revertir el deterioro de las políticas sociales y hacer las políticas fiscales más progresivas.

Pero un cambio de esta envergadura no se ve en el horizonte inmediato. La aparición de Hollande en el panorama europeo ha comenzado a poner sobre la mesa elementos de cambio, pero ni están conseguidos ni mucho menos consolidados, al tiempo que el giro, obligado por las circunstancias, del PP en la política europea, sigue acompañado de las recetas más conservadoras en España.

Así al PSOE no le queda, por el momento, más camino que hacer una oposición seria y contundente, que presione para contribuir al cambio, cuando se produzca en la UE, sin renuncias innecesarias y a destiempo de su programa. Una oposición política clara, sin injerencias en las estrategias frente los recortes que los sindicatos o los movimientos sociales establezcan por su cuenta, y que apoye sólo aquellas con las que coincida, ni más ni menos.

Más que seguir mandando mensajes contradictorios a la sociedad, el PSOE debería optar de forma autónoma por su camino, defender sus ideas seria y firmemente desde la oposición y prepararse para recuperar el Gobierno y para contribuir a un cambio de política en Europa, cuando finalmente se produzca, que no es ahora.

El problema de gobierno en España no es de mayoría parlamentaria, el PP la tiene y suficiente, tiene además amigos en los grupos de las derechas nacionalistas periféricas, dispuestos a echar una mano si la necesitan.

No se les ve preocupados por el consenso. Están en otra. En seguir haciendo oposición a la oposición, en echarle la culpa de todo al Gobierno anterior, para justificar sus decisiones y tapar su responsabilidad. Y en Europa, los gestos de altaneros de Rajoy, Guindos o Montoro, aunque torpes y aparentemente provocadores, son para consumo interno, para mostrar que frente "al entreguismo de Zapatero" ellos sí son firmes y patriotas. ¡Vamos el mejor clima para un acuerdo!

Pero ¡ojo!. No vaya a ser que por la preocupación de algunos comunicadores que no pasan de hacer formulaciones de laboratorio, el PSOE se pueda encontrar en una trampa de difícil salida que arruine para años la posibilidad de una alternativa de la izquierda, real y creíble, para este país.



Andrés Gómez


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