A
VUELTAS CON EL ACUERDO NACIONAL CONTRA LA CRISIS
Arrecia la presión de
algunos medios sobre la necesidad de un acuerdo nacional contra la crisis en
España. El diario El País y el digital El Confidencial se distinguen por su
contumacia en la defensa de un gran consenso de los grandes partidos para
garantizar la credibilidad de Europa y los mercados.
El argumento más esgrimido
se centra en que la participación de los socialistas en un acuerdo como éste
será la prueba de que son un partido de gobierno y dará tranquilidad a Europa y
los mercados. El argumento olvida que el PSOE ha gobernado casi 22 de los 35
años transcurridos desde las primeras elecciones de esta etapa democrática. Su
problema no es acreditar su capacidad para gobernar, que ya lo ha hecho, sino
demostrar que puede hacer una oposición útil para la ciudadanía que le apoya,
sin la cual difícilmente recuperará el Gobierno.
Olvida también que los
socialistas franceses han ganado las últimas elecciones en su país haciendo una
oposición que les ha llevado hasta declarar solemnemente que podrían no apoyar
el Pacto de Estabilidad si no se combinaba con crecimiento. Con esta posición
no sólo han ganado la presidencia, el Gobierno y la mayoría del poder
legislativo, sino que, como consecuencia de ello, se han convertido en el principal factor de dinamización y cambio en
la UE.
Más explícito, Juan Luis
Cebrián en un artículo publicado por El País el domingo 17 daba las que, según
su criterio, son las razones de fondo: Las condiciones del rescate serán de
envergadura y a la subida del IVA se añadirán bajadas de pensiones y de la
protección por desempleo, de forma que sólo la incorporación del PSOE a este
acuerdo podrá evitar que la calle arda este otoño.
Se equivoca. Si las
medidas exigidas llegan a la dureza que vaticina, la movilización se producirá
con o sin el PSOE. Y en la medida en que los recortes realizados hasta ahora
afectan con especial dureza a la base social de la izquierda, de la que los
socialistas obtienen la mayoría de sus apoyos, un acuerdo con el PP, cuyas
consecuencias sean nuevos recortes para los trabajadores, las capas medias, los
pensionistas y los parados, sólo tendrían el efecto de una nueva y masiva
pérdida de sus apoyos que las encuestas, aunque sea en forma de estancamiento, ya
señalan.
El problema es que esta
propuesta es hambre para mañana, sin ni siquiera pan para hoy. La mayor parte
del apoyo perdido por el PSOE y una parte importante del que aún mantiene difícilmente
entiende que por la mañana, en la sesión de control del Gobierno, la portavoz
socialista haga oposición seria y contundente, y por la tarde se vote, sin
cambios, el Plan de Estabilidad; y mucho menos entendería que, se vista como se
vista, se entrase en una dinámica generalizada de apoyo a medidas de ajuste sin
más, que es lo que el Acuerdo supondría.
De ser así la
centrifugación de voto socialista hacia IU, UPyD o, en mayor medida, hacia la
abstención o el voto de castigo testimonial, crecería exponencialmente y eso sí
que sería desestabilizador en Europa y los mercados, porque implicaría que la
única alternativa al PP sería un PP con muchos menos votos, o lo que es lo
mismo, un severo desgaste de la democracia.
La única manera sensata de
construir un verdadero acuerdo nacional, con la participación de los agentes
sociales, sería con un cambio profundo de la política aplicada hasta ahora. Es
decir, con la consolidación de una estrategia de crecimiento y una aceleración,
en términos concretos, de la construcción política europea y cambios también en
la política nacional, hacia una estrategia más productiva, más enfocada hacia
la creación de empleo y con un giro para mejorar el deterioro creciente de la
distribución de la riqueza, lo que implicaría reconsideración de políticas
laborales, compromiso de mantener y revertir el deterioro de las políticas
sociales y hacer las políticas fiscales más progresivas.
Pero un cambio de esta
envergadura no se ve en el horizonte inmediato. La aparición de Hollande en el
panorama europeo ha comenzado a poner sobre la mesa elementos de cambio, pero
ni están conseguidos ni mucho menos consolidados, al tiempo que el giro, obligado
por las circunstancias, del PP en la política europea, sigue acompañado de las
recetas más conservadoras en España.
Así al PSOE no le queda,
por el momento, más camino que hacer una oposición seria y contundente, que
presione para contribuir al cambio, cuando se produzca en la UE, sin renuncias
innecesarias y a destiempo de su programa. Una oposición política clara, sin
injerencias en las estrategias frente los recortes que los sindicatos o los
movimientos sociales establezcan por su cuenta, y que apoye sólo aquellas con
las que coincida, ni más ni menos.
Más que seguir mandando
mensajes contradictorios a la sociedad, el PSOE debería optar de forma autónoma
por su camino, defender sus ideas seria y firmemente desde la oposición y
prepararse para recuperar el Gobierno y para contribuir a un cambio de política
en Europa, cuando finalmente se produzca, que no es ahora.
El problema de gobierno en
España no es de mayoría parlamentaria, el PP la tiene y suficiente, tiene
además amigos en los grupos de las derechas nacionalistas periféricas,
dispuestos a echar una mano si la necesitan.
No se les ve preocupados
por el consenso. Están en otra. En seguir haciendo oposición a la oposición, en
echarle la culpa de todo al Gobierno anterior, para justificar sus decisiones y
tapar su responsabilidad. Y en Europa, los gestos de altaneros de Rajoy,
Guindos o Montoro, aunque torpes y aparentemente provocadores, son para consumo
interno, para mostrar que frente "al entreguismo de Zapatero" ellos
sí son firmes y patriotas. ¡Vamos el mejor clima para un acuerdo!
Pero ¡ojo!. No vaya a ser
que por la preocupación de algunos comunicadores que no pasan de hacer
formulaciones de laboratorio, el PSOE se pueda encontrar en una trampa de
difícil salida que arruine para años la posibilidad de una alternativa de la
izquierda, real y creíble, para este país.
Andrés
Gómez
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