LO
LLAMAN CONSENSO Y NO LO ES
En las últimas semanas
algunos medios de comunicación y tertulianos han multiplicado sus llamadas al
consenso para salir de la crisis.
Con la situación dramática
que atraviesa la economía española, con el paro creciendo continuamente y cada
vez más ciudadanos con dificultades para llegar a fin de mes, es obvio que si
se pregunta a la gente común si cree que los políticos deben ponerse de acuerdo
para salir de la crisis, conteste que sí.
Sin embargo la mayoría de
los que predican el consenso y los "nuevos pactos de la Moncloa" no
formulan en qué consistirían, y ahí es donde reside el problema, porque si el
acuerdo consistiese en mantener los recortes ya hechos e incorporar otros
nuevos, la respuesta de los ciudadanos a la pregunta no sería la misma.
La realidad es que no es
posible y si lo fuese sería a costa de un mayor descrédito de la política y la
democracia.
Aún está reciente el comportamiento
del PP en la oposición y como, según recordaba recientemente la diputada canaria
Ana Oramas, Cristóbal Montoro consideraba que no importaba "que se
hundiese España, porque ya la levantarían ellos". pero más importante es
que el PP, desde el Gobierno, está haciendo políticas durísimas contra la mayoría,
utilizando como único argumento la "herencia de Zapatero", o lo que
es lo mismo haciendo oposición a la oposición.
Con estos mimbres se
entenderá lo difícil que es hacer la cesta del consenso, aunque lo que lo hace
imposible es la política de recortes a la que el PP no está dispuesto a
renunciar.
¿Cómo entenderían los
ciudadanos que sin cambios en la reforma laboral, sin rectificación en los
recortes de sanidad o educación, sin medidas que hagan pagar más a los
principales causantes de la crisis, se echasen "pelillos a la mar" y
se recompusiese el consenso de los grandes partidos?
A mayor abundamiento ¿cómo
entenderían que se avalasen nuevos recortes y cargas para los de siempre, que
siga creciendo el paro y descargando sobre las clases medias el coste de la
crisis?. Porque de eso es de lo que se trata en realidad.
La situación económica
española es crítica, la política-institucional no lo es, con un PP en mayoría
absoluta y la muleta imprescindible de CiU cuando viene bien -reforma laboral,
Consejo RTVE entre otros- no hay dificultad para decidir. La emergencia en
política se llama descrédito, y eso tiene que ver más con el fondo que con la
forma. Lo que molesta a la mayoría de los españoles es ver empeorar sus
condiciones de vida y ser los únicos a los que se pide esfuerzos. Un consenso para
hacer lo mismo no mejoraría la situación, al contrario.
El PP no está dispuesto a
variar un ápice sus recetas, y mucho menos a reconsiderar sus decisiones. Sabe
que el consenso no es posible y por eso no habla de él. O peor, cuando alguien
de su partido lo hace, suelta previamente alguna coz al Gobierno anterior, al
PSOE, y como todo el mundo sabe, esa no es la forma para ponerse de acuerdo.
Desde que empezó a
gobernar el PP ha hecho una apuesta, que no ha variado, en una sola dirección:
la primera mitad de la legislatura para tomar medidas muy duras, confiando en
que una vez tocado "suelo", en la segunda pueda vender recuperación.
Aunque a este paso, en el mejor caso, bajaremos cien escalones ahora para subir
diez después.
Algunos de los profetas
del consenso buscan que un acuerdo PP-PSOE dé seguridad a los mercados, aún a
costa de que el "abrazo de oso" del primero acabe por asfixiar al
segundo. Otros creen que empujando a los socialistas a hablar de él, si el PP
lo rechaza, se cargan de razón ante los ciudadanos que, honestamente, creen en
la necesidad del acuerdo.
Craso error. Todas las
encuestas de preferencias políticas publicadas después de las elecciones
muestran que el PP pierde fuertemente apoyo, como nunca había sucedido en los
primeros meses de gobierno desde la transición, sin que el PSOE lo recupere. Y
no es una cuestión electoral, es un cambio de fondo en que los ciudadanos, en
mayor medida los de izquierda, quieren hechos y no palabras.
No somos Grecia, pero si
nos los proponemos, podemos llegar a parecernos. Lo sucedido allí nos muestra
que partidos con un 40% de apoyo, pueden bajar del 20. Las expectativas de
cambio en la UE, requieren que la izquierda no se debilite. No es una cuestión
electoral, es de pura supervivencia de la democracia. No es una valoración
partidaria, es sólo que lo llaman consenso y no lo es, y la gente se da cuenta.
Andrés
Gómez
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