RESCATE
SI O NO
¿Es
esa la cuestión?
Como decía recientemente
Wyoming, "con tanto rescate sí, rescate no, vamos a acabar despistando al
secuestrador".
Cuando en 2010 se obligó
al Gobierno de Zapatero a un giro radical y sin matices a su política, se
empezó a servir la intervención de la economía española. Con la llegada al
Gobierno de Rajoy y su aceptación sin críticas de las recetas de Merkel,
empezaron a llegar a la mesa platos más fuertes, aunque la torpeza del cocinero
y la impericia de los camareros, han puesto el comedor patas arriba.
En seis meses de gobierno
PP se ha multiplicado la desconfianza en España y, al problema del excesivo
endeudamiento privado empresarial se ha añadido, como consecuencia de la crisis
de Bankia, más dudas sobre la capacidad de
pago del sector bancario.
Los hombres de negro de los que habla Montoro no
han venido, pero los de gris -los auditores y los de Goldman Sach- ya están.
Los segundos han valorado el agujero de Bankia y los primeros están evaluando,
en el plazo record de un mes, lo que el Banco de España ha tardado años.
La cuestión del rescate no
es meramente nominativa sino de contenido. Desde el inicio de la crisis en
nuestro país se sabe que el principal problema de endeudamiento no es del
sector público, sino del privado, y en su mayor parte empresarial y financiero.
Así, la mayoría de los
esfuerzos, que se están descargando en forma de recortes sobre los ciudadanos,
tienen como objetivo elevar los márgenes de las cuentas públicas, para que sea el Estado quien pueda garantizar en
el futuro el pago de estas deudas.
Es obvio que el rescate de
España, por dimensión, capacidad de generar riqueza y repercusión en el conjunto
de la UE, no será como el de Portugal o Grecia. Esto condicionará su forma,
aunque no pone en cuestión el fondo, porque si por rescate se entiende recibir
una financiación que somos incapaces de generar nosotros mismos a cambio de
aceptar nuevas condiciones de ajuste y mayor intervención de la UE, se llame
como se llame, eso es lo que está pasando.
Aún no se conoce la forma
en que concretará el apoyo pero, aunque se consiga, como parecen señalar las
últimas informaciones, que sea como ayuda directa a través del FROB a los
bancos con problemas, que ya están nacionalizados y por los que responde el
Estado como accionista, la Comisión, el BCE y algunos portavoces del gobierno
alemán, ya han anticipado que el apoyo tendrá contrapartidas.
Las críticas desde estas instituciones al comportamiento del
Gobierno de Rajoy han avanzado cuáles serán las nuevas condiciones: subida del
IVA y otros impuestos indirectos, recortes en prestaciones por desempleo y
pensiones, menor gasto en autonomías y ayuntamientos, menos empleados públicos
y mayor presión para bajar salarios en
el sector público y en el privado.
Para evitarle problemas
políticos a Rajoy, es probable que las condiciones no se expliciten y que, de
una u otra forma, sí formen parte de los nuevos recortes que el Gobierno adopte
para cumplir el objetivo de déficit en 2013 y 2014.
Como decían los viejos
marxistas "la práctica es el criterio de la verdad" y será en ella,
cuando veamos las nuevas vueltas de tuerca que dé el gobierno, cuando
constatemos el coste del rescate.
España está condicionada
por la UE, a su vez condicionada por un Gobierno de Merkel que, para los países
deudores, sólo contempla extremar la austeridad e incrementar el ahorro para
pagar a los acreedores. Para justificarlo usa clichés ideológicos que, como no
se corresponden con la realidad, no facilitan la comprensión y sí la irritación
de las poblaciones concernidas.
Se ha corrido la especie
de que los salarios y las cotizaciones sociales españoles son más altos que los
alemanes, que las pensiones y las prestaciones por desempleo son más generosas
y los impuestos sobre la renta de las personas y las empresas más altos, sin
que ningún dato lo corrobore y sí al contrario con los datos de la Base oficial
de la CE, Eurostat. Muchos altos funcionarios de la UE o el Gobierno alemán
muestran un desconocimiento absoluto de la realidad española y aplican
criterios condicionados por su ideología y la realidad de sus países y,
probablemente, por la información y criterios, también ideológicos que les
transmite el Gobierno del PP.
Ni la generosidad pública
ni la competitividad condicionan estas decisiones. Los motivos reales están en
buscar la forma más fácil de reducir el gasto público y seguir recomponiendo el
excedente empresarial, con el objetivo de facilitar a las empresas el pago de
sus deudas y situar al Estado con capacidad para responder por los que no las
paguen. Es decir se trata de seguir ampliando los ámbitos y los márgenes para
el negocio privado a costa de lo que sea, o lo que es lo mismo, la concepción
ideológica de la derecha de toda la vida.
La llegada de Hollande a
la Presidencia de Francia ha introducido nuevos equilibrios que, incluso, han
llevado a Rajoy a abrazar la necesidad de políticas de crecimiento y los
eurobonos, que rechazaba hace sólo unas semanas. ¡A la fuerza ahorcan!.
Pero, desgraciadamente, la
balanza entre derecha e izquierda en Europa, todavía está muy inclinada a favor
de la primera, lo que vaticina que los cambios van a ser moderados y lentos.
Se avanza en la idea de regulación
y autoridad bancaria comunes, y en la posibilidad de un Fondo de Garantía de
Depósitos, aunque sea parcial, común. Aunque sólo sea un paso ¡Bienvenido sea!.
Merkel lo condiciona a
política y autoridad fiscal también común. Aunque su propuesta se limita a las
"políticas de estabilidad", de reducción de gasto, y al sheriff que
la controle, pero no se dice ni una palabra de armonización de impuestos.
Cualquier avance en
políticas comunes es positivo, dada la maltrecha salud de la UE. Pero es sintomático
que se empiece por los bancos y el control del gasto público y no se diga una
palabra sobre los ciudadanos o la necesidad de mayor democracia.
Lo positivo es que el
partido apenas ha empezado. Lo negativo que en España, blando o duro, estamos
ante un rescate de los ricos, que nos va a costar nuevos recortes en los
próximos meses a la mayoría de la población.
Andrés
Gómez
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