lunes, 18 de junio de 2012


FRANCIA, LA IZQUIERDA Y EL FUTURO DE EUROPA

Grecia no es determinante para el futuro de Europa. Francia y Alemania sí. Pasadas las elecciones griegas y la fase de "agiprop" de los que mandan para condicionar los resultados, la reacción de los mercados parece indicar que poco ha cambiado.

La presión del miedo y la intención de culpar de todos los males a los que se salían del guión es un aviso que va más allá de Grecia, aunque si España es un bocado grande de difícil digestión,  lo de Francia es indigerible y por eso, hasta ahora, no se han atrevido.

Por eso y por los mensajes y actuaciones de Hollande, los resultados de las elecciones legislativas francesas tienen más enjundia que lo sucedido en Grecia tanto para la izquierda como para el futuro de Europa.

El PSF ha ganado consecutivamente las dos elecciones -y las cuatro vueltas- celebradas en Francia en los últimos meses y lo ha hecho en un país que, hasta ahora, ha vivido la crisis con menor dramatismo que los países más al Sur y con un trato, durante el período Merkozy, de extremo cuidado por parte de la Canciller Merkel, lo que le da más valor al resultado.

La mayoría absoluta da tranquilidad y refuerza al PSF para el duro período que se avecina. El sistema electoral francés, mayoritario en la segunda vuelta, y el buen funcionamiento de la "disciplina republicana" de la izquierda, la cesión de voto a los candidatos mejor posicionados, ha hecho posible este resultado, en el que lo más significativo ha sido que, a pesar de la mayor abstención, el giro del voto, en ambas vueltas, sitúa una mayoría social y no sólo política, claramente orientada a la izquierda.

Un giro que se ha producido no sólo por el desgaste de Sarkozy y la UMP como consecuencia de la crisis, sino también por un  programa del PSF, razonable pero claramente de izquierda en lo nacional y con relación a la Unión Europea.

Las propuestas de Hollande en las presidenciales enfatizaban la normalidad democrática y la mejora de la distribución de la renta en lo nacional y el crecimiento y el empleo en la Unión Europea.

Y desde el primer momento se ha puesto a ello. En la política francesa ha empezado por reducir un 30% su sueldo y el de sus ministros, ha planteado el restablecimiento de la jubilación a los 60 años para colectivos que suman más de 110 mil personas, ha seguido por establecer un abanico salarial de 1 a 20, máximo, en las empresas públicas y el compromiso de defender el mismo criterio en otras empresas participadas por el Estado, lo que, sin duda, es una presión también para las privadas.

Al mismo tiempo ha reafirmado su compromiso de incrementar la presión fiscal a las grandes rentas y fortunas, en un ejemplo de que, a pesar de los incontestables condicionantes europeos, los márgenes para políticas progresistas nacionales también existen y que la batalla contra la desigualdad social, abandonada durante tanto tiempo, es posible.

Por lo que se refiere a la Unión Europea, frente al hacha de Merkel, frente a la austeridad ya y a cualquier precio, Hollande ha contribuido de forma decisiva a abrir el debate sobre la necesidad de una política económica -monetaria y fiscal- común, a la posibilidad de mecanismos de Deuda Pública compartidos, que eviten que mientras unos apenas pagan intereses por sus deudas, otros paguen el 7% o más.

Ha puesto sobre la mesa, en fin, la necesidad de hacer compatible la estabilidad presupuestaria con el crecimiento y la creación de empleo, aportando en los últimos días la iniciativa de un Fondo Europeo para inversión de 120 mil millones de euros.

Además, de forma tranquila, sin espavientos, ha reiterado la intención de que las tropas francesas abandonen Afganistán antes del final de este año.

Pese a la interpretación de algunos, se trata de un programa y de gestos que van más allá de los planteamientos tradicionales de la socialdemocracia, probablemente porque Hollande se ha dado cuenta de que el cambio que se ha producido en el mundo los haría ineficaces. Es resaltable también que en una Francia tradicionalmente nacionalista, haya avanzado con un programa europeísta e internacionalista, que se corresponde con el momento que vivimos.

Cuando Merkel está pensando en la segregación de los países del Sur para mantener la fortaleza alemana, Hollande parece saber que eso no es posible, y que si se sacrifican las primeras fichas del dominó, el resto pueden caer en fila hasta llegar al seis doble, porque lo que está en juego es Europa, o lo que es lo mismo, el modelo social europeo.

Hará mal Rajoy en no aprovechar esta oportunidad, porque más allá de esquemas ideológicos, es desde estas posiciones de izquierda desde donde se pueden evitar las catástrofes de los países más débiles del Sur de Europa.

Evidentemente la ofensiva de los poderes económicos (los llamados mercados) y la miopía del Gobierno de Merkel que no ve lo que se le puede venir encima a Alemania si acaban con los demás, no van a hacer fácil el cambio y existe el riesgo de que se "tire al niño con el   agua sucia", pero la fortaleza de la izquierda en Francia es, hoy por hoy, lo que más puede contribuir a impedirlo.

De ahí la importancia de Francia para el futuro de la izquierda y, consecuentemente, de la Unión Europea. Porque es evidente que Europa es impensable sin el acuerdo de Alemania y Francia, pero el cambio en este país puede contribuir a propiciarlo en aquel.



Andrés Gómez

No hay comentarios:

Publicar un comentario