¡ACABAD YA CON ESTA CRISIS!
El
título del último libro de Paul Krugman refleja perfectamente el hastío y
preocupación con que afrontan la situación la mayoría de las poblaciones del
Sur económico (por el momento del norte sólo incluye a Irlanda e Islandia) de
Europa.
Después
de las idas y venidas sobre el rescate de Grecia, de culpar en exclusiva a los
griegos de "todos sus males", los tiros parecen centrarse en España,
y las reacciones desde la política no contribuyen a la tranquilidad.
El
espectáculo de los últimos días sobre la crisis de Bankia, es una muestra de la
nefasta gestión del tema, en primer lugar por las autoridades españolas y en
segundo, pero no menos importante, por las de la Unión Europea.
Al
baile de cifras, que crecían por días, sobre las necesidades de saneamiento de
la entidad, sin que desde ninguna instancia del Gobierno de España se aclare la
forma en que se financiará por el Estado el coste de la nacionalización, se
añadió la confusión de los mensajes desde distintas instancias de la UE, que
permitió al Financial Times incorporarse al aquelarre de confusión, atizando la
incertidumbre.
Es
una temeridad y una irresponsabilidad que un anuncio de la envergadura de la
nacionalización de Bankia y la financiación de su agujero se haga sin acuerdo
previo con la UE. Pero no es menos cierto que las dudas y mensajes
contradictorios desde de la Comisión, se deben también a su incapacidad
-entiéndase también como falta de instrumentos políticos para intervenir- para
resolver situaciones como ésta.
Puesta
en evidencia la incapacidad de la política para afrontar la crisis -los países
del euro no pueden utilizar la política monetaria como respuesta y la UE
simplemente no la tiene- la evolución de las Bolsas y la prima de riesgo son tan
solo una manifestación del movimiento de grandes capitales en los mercados que
ven la posibilidad de comprar media Europa a precios de saldo y sin
interferencias.
Es
todo un síntoma y un pésimo mensaje a los mercados que un país con diecisiete
millones y medio de ocupados, casi un billón cien mil euros de Producto Bruto
anual, 215 mil millones de exportaciones y unos ingresos por turismo
internacional de 43 mil millones, a pesar de su endeudamiento, tenga dificultad
para financiar de forma autónoma y extraordinaria, los 50 o 60 mil millones -es
decir el 5 % de su PIB, amortizable en varios años, necesario para la reestructuración
bancaria. Pero también lo es que desde la UE, desde los países del Euro, que
agrupan la mayor producción y actividad financiera integradas del mundo, con un
fondo de rescate dotado con 750 mil millones de euros, no se encuentre una
fórmula para dar una respuesta, que combine el mantenimiento de la soberanía de
sus miembros con decisiones compartidas
en el seno de la Unión para garantizar estabilidad, creación de empleo y
respuestas comunes a las crisis de sus entidades financieras.
De
la ausencia de políticas comunes, de la debilidad de la UE, no se puede culpar
a Rajoy, aunque el PP se la endosaba, como todo, a Zapatero. Pero cuanto más tarden en
articularse políticas monetarias, económicas y fiscales europeas menor será la
probabilidad de supervivencia del euro y más nocivo aparecerá su mantenimiento
para la mayoría de poblaciones de sus países más débiles.
Pero
la europea es una parte de la explicación y la incapacidad crecientemente
demostrada, la sensación de que están dando palos de ciego, más condicionados
por su sesgo ideológico que por la realidad, el empeño en que hagan lo que
hagan tienen razón y no debe haber contestación sino agradecimiento, a pesar de
la evidencia de los resultados, esos son factores que le corresponden
íntegramente al PP y al Gobierno de Rajoy.
Un
gran parte de los que les votaron en noviembre era consciente, pese a los
engaños, de que aplicarían políticas muy duras, aunque se creyeron aquello de
que la derecha sabría gobernar mejor la economía y "generar
confianza". Acertaron en lo primero y se equivocaron en todo lo demás. El
PP lejos de asumir la responsabilidad de sus decisiones y el desgaste que les
corresponda, lo que el PSOE hizo con creces, permanentemente responsabiliza a
otros, quiere que la oposición cargue con las responsabilidades que le
corresponden por su acción en el gobierno anterior, pero también con las que no
les corresponden, por acciones de gobiernos del PP.
Actitud
absurda, porque la gente está al cabo de la calle de lo sucedido y la falta de explicaciones coherentes es la que da lugar a especulaciones mucho más
peligrosas en términos de confianza.
La
política hace aguas en Europa porque las instituciones de la UE pierden credibilidad
democrática cada día, ante su incapacidad de tomar decisiones y los bandazos y
distintas opiniones de algunos de sus responsables, a la espera siempre de la
decisión alemana.
En
España, como en la UE, el origen de los problemas está en la constatación de
falta de Gobierno. En el primer caso porque se adoptan decisiones durísimas e
injustas contra la población, sin querer asumir la responsabilidad de tomarlas
con todas sus consecuencias En la Unión porque no existen políticas comunes
para casos como éste, y porque la responsabilidad de una crisis en la que, de
una u otra forma han participado la mayoría, -los bancos alemanes, holandeses o
franceses decidieron libremente acudir
al festín de "rentabilidades y riesgos", incluido el inmobiliario
español- se carga, exclusivamente, sobre
los más débiles.
La
idea avanzada por Mario Draghi de una autoridad, unas normas y un Fondo de
garantía bancarios comunes es buena pero insuficiente, porque aparte de dar
garantías a los bancos, también convendría dar alguna a los ciudadanos.
Parafraseando
al asesor electoral de Clnton, James Carville,
"es la política estúpidos". Sin la que la economía con
mayúscula no es comprensible.
¡Claro
que no podemos gastar lo que no tenemos!. El problema es que en España cada vez
hay más que no pueden gastar, mientras sigue habiendo otros que siguen gastando
más y que cuando tienen problemas recurren a un Estado al que denuestan o, lo
que es lo mismo, a que sus errores los paguemos los demás. Si no pagan más los
que más responsabilidad tienen, no esperemos que la gente común lo acepte como
un "derecho natural".
¡Claro
que la desaparición del euro sería una tragedia que, como siempre pagarían más
los más débiles!. Pero si no hay política, si no se establecen normas
democráticas comunes con garantías para todos, si cada país va a lo suyo y le
intenta cargar el mochuelo a los más débiles, no nos escandalicemos de que cada
vez haya más gente común a la que le dé lo mismo.
En
el fondo la percepción mayoritaria, no sólo en España, es que manda el dinero
sobre la política y no al revés. Y si no cambiamos eso, lo que está en cuestión
se llama democracia.
Andrés Gómez
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