sábado, 2 de junio de 2012


¡ACABAD YA CON ESTA CRISIS!

El título del último libro de Paul Krugman refleja perfectamente el hastío y preocupación con que afrontan la situación la mayoría de las poblaciones del Sur económico (por el momento del norte sólo incluye a Irlanda e Islandia) de Europa.

Después de las idas y venidas sobre el rescate de Grecia, de culpar en exclusiva a los griegos de "todos sus males", los tiros parecen centrarse en España, y las reacciones desde la política no contribuyen a la tranquilidad.

El espectáculo de los últimos días sobre la crisis de Bankia, es una muestra de la nefasta gestión del tema, en primer lugar por las autoridades españolas y en segundo, pero no menos importante, por las de la Unión Europea.

Al baile de cifras, que crecían por días, sobre las necesidades de saneamiento de la entidad, sin que desde ninguna instancia del Gobierno de España se aclare la forma en que se financiará por el Estado el coste de la nacionalización, se añadió la confusión de los mensajes desde distintas instancias de la UE, que permitió al Financial Times incorporarse al aquelarre de confusión, atizando la incertidumbre.

Es una temeridad y una irresponsabilidad que un anuncio de la envergadura de la nacionalización de Bankia y la financiación de su agujero se haga sin acuerdo previo con la UE. Pero no es menos cierto que las dudas y mensajes contradictorios desde de la Comisión, se deben también a su incapacidad -entiéndase también como falta de instrumentos políticos para intervenir- para resolver situaciones como ésta.

Puesta en evidencia la incapacidad de la política para afrontar la crisis -los países del euro no pueden utilizar la política monetaria como respuesta y la UE simplemente no la tiene- la evolución de las Bolsas y la prima de riesgo son tan solo una manifestación del movimiento de grandes capitales en los mercados que ven la posibilidad de comprar media Europa a precios de saldo y sin interferencias.

Es todo un síntoma y un pésimo mensaje a los mercados que un país con diecisiete millones y medio de ocupados, casi un billón cien mil euros de Producto Bruto anual, 215 mil millones de exportaciones y unos ingresos por turismo internacional de 43 mil millones, a pesar de su endeudamiento, tenga dificultad para financiar de forma autónoma y extraordinaria, los 50 o 60 mil millones -es decir el 5 % de su PIB, amortizable en varios años, necesario para la reestructuración bancaria. Pero también lo es que desde la UE, desde los países del Euro, que agrupan la mayor producción y actividad financiera integradas del mundo, con un fondo de rescate dotado con 750 mil millones de euros, no se encuentre una fórmula para dar una respuesta, que combine el mantenimiento de la soberanía de sus miembros con  decisiones compartidas en el seno de la Unión para garantizar estabilidad, creación de empleo y respuestas comunes a las crisis de sus entidades financieras.

De la ausencia de políticas comunes, de la debilidad de la UE, no se puede culpar a Rajoy, aunque el PP se la endosaba, como todo,  a Zapatero. Pero cuanto más tarden en articularse políticas monetarias, económicas y fiscales europeas menor será la probabilidad de supervivencia del euro y más nocivo aparecerá su mantenimiento para la mayoría de poblaciones de sus países más débiles.

Pero la europea es una parte de la explicación y la incapacidad crecientemente demostrada, la sensación de que están dando palos de ciego, más condicionados por su sesgo ideológico que por la realidad, el empeño en que hagan lo que hagan tienen razón y no debe haber contestación sino agradecimiento, a pesar de la evidencia de los resultados, esos son factores que le corresponden íntegramente al PP y al Gobierno de Rajoy.

Un gran parte de los que les votaron en noviembre era consciente, pese a los engaños, de que aplicarían políticas muy duras, aunque se creyeron aquello de que la derecha sabría gobernar mejor la economía y "generar confianza". Acertaron en lo primero y se equivocaron en todo lo demás. El PP lejos de asumir la responsabilidad de sus decisiones y el desgaste que les corresponda, lo que el PSOE hizo con creces, permanentemente responsabiliza a otros, quiere que la oposición cargue con las responsabilidades que le corresponden por su acción en el gobierno anterior, pero también con las que no les corresponden, por acciones de gobiernos del PP.

Actitud absurda, porque la gente está al cabo de la calle de lo sucedido y la falta de explicaciones coherentes es la que da lugar a especulaciones mucho más peligrosas en términos de confianza.

La política hace aguas en Europa porque las instituciones de la UE pierden credibilidad democrática cada día, ante su incapacidad de tomar decisiones y los bandazos y distintas opiniones de algunos de sus responsables, a la espera siempre de la decisión alemana.

En España, como en la UE, el origen de los problemas está en la constatación de falta de Gobierno. En el primer caso porque se adoptan decisiones durísimas e injustas contra la población, sin querer asumir la responsabilidad de tomarlas con todas sus consecuencias En la Unión porque no existen políticas comunes para casos como éste, y porque la responsabilidad de una crisis en la que, de una u otra forma han participado la mayoría, -los bancos alemanes, holandeses o franceses decidieron libremente  acudir al festín de "rentabilidades y riesgos", incluido el inmobiliario español-  se carga, exclusivamente, sobre los más débiles.

La idea avanzada por Mario Draghi de una autoridad, unas normas y un Fondo de garantía bancarios comunes es buena pero insuficiente, porque aparte de dar garantías a los bancos, también convendría dar alguna a los ciudadanos.

Parafraseando al asesor electoral de Clnton, James Carville,  "es la política estúpidos". Sin la que la economía con mayúscula no es comprensible.

¡Claro que no podemos gastar lo que no tenemos!. El problema es que en España cada vez hay más que no pueden gastar, mientras sigue habiendo otros que siguen gastando más y que cuando tienen problemas recurren a un Estado al que denuestan o, lo que es lo mismo, a que sus errores los paguemos los demás. Si no pagan más los que más responsabilidad tienen, no esperemos que la gente común lo acepte como un "derecho natural".

¡Claro que la desaparición del euro sería una tragedia que, como siempre pagarían más los más débiles!. Pero si no hay política, si no se establecen normas democráticas comunes con garantías para todos, si cada país va a lo suyo y le intenta cargar el mochuelo a los más débiles, no nos escandalicemos de que cada vez haya más gente común a la que le dé lo mismo.

En el fondo la percepción mayoritaria, no sólo en España, es que manda el dinero sobre la política y no al revés. Y si no cambiamos eso, lo que está en cuestión se llama democracia.

Andrés Gómez


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